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NFC Este desde dentro

Los Steelers desnudan la realidad de los Giants de Ben McAdoo

Cerrar una racha de seis victorias en Pittsburgh no es una tragedia. Que tu ataque no funciona, y en buena medida por problemas en la banda, sí puede serlo.

Actualizado a
Los Steelers desnudan la realidad de los Giants de Ben McAdoo
AFP

Lo dijo Ben McAdoo, entrenador jefe de los New York Giants, hace poco más de una semana. El football de verdad empieza en diciembre. Bueno, pues de momento, diciembre 1, Giants 0. Y lo peor no es perder en Pittsburgh contra unos Steelers que se juegan los playoffs. Eso entra dentro de lo previsible y razonable. Lo peor es que el frío viento de Pittsburgh dejó a la vista lo que la racha de seis victorias consecutivas había conseguido tapar hasta ahora: el ataque de los Giants no funciona, y el principal problema está en la banda.

Medio en broma medio en serio, lo señaló hace ya unas semanas Rich Eisen, presentador de NFL Networks. No entendía por qué McAdoo llevaba siempre a mano una chuleta de jugadas que más bien parecía una manta para una cama de matrimonio (y de las de dos por dos) si a la hora de la verdad McAdoo parece cantar no más de cinco o seis jugadas de todo el aparentemente extenso playbook.

El ataque de los Giants se ha vuelto previsible. Sí, Odell Beckham Jr. es el objetivo de alrededor de un cuarto de los pases que lanza Eli Manning, pero esa no es la cuestión: lo mismo ocurre con Julio Jones en Atlanta, Antonio Brown en Pittsburgh o DeAndre Hopkins en Houston. Cuando tienes un wide receiver de ese calibre, lo normal es cargar buena parte del peso del ataque aéreo sobre sus espaldas.

Pero el problema es otro. McAdoo, que durante la temporada se ha negado reiteradamente a delegar el playcalling ahora que ya no es coordinador ofensivo, vive apegado a un ramillete más bien corto de jugadas. Y cuando pretende sorprender al rival con alguna distinta sus intenciones se ven a la legua.

Valga un botón como muestra: la intercepción a las puertas de la endzone que le costó a los Giants una anotación casi segura. En esa jugada, el tight end Larry Donnell pisó el campo de juego por primera vez en más de un mes. En la banda de los Steelers se la jugaron a que un entrenador tan obsesivo como McAdoo (lo dice él mismo) no pondría en el campo a un jugador tan poco habitual sin una buena razón: la jugada estaba diseñada para él. Bingo: intercepción.

A todo esto se sumaron los problemas ya habituales en los Giants: penalizaciones absurdas de la línea de ataque que cuestan yardas y puntos (el holding de Ereck Flowers, o el de John Jerry que borró un pase de 21 yardas que habría resultado en un first and goal), los drops de todos sus receptores no apellidados Beckham… y en general la ineficacia de un ataque que el año pasado estuvo entre los mejores de la liga y que este año no pasa de la mediocridad.

En la segunda parte los Giants tuvieron la posición de campo permanentemente a su favor. En cuatro ocasiones iniciaron sus drives prácticamente en el centro del campo. Pero sólo anotaron cuando ya era irrelevante.

Todo esto había quedado oscurecido por el brillo de la racha de victorias. Pero claro: aquella racha llegó contra equipos como Cleveland, Cincinnati, Chicago o Los Angeles. No es que Pittsburgh sea una maravilla de consistencia este año, pero sí es un equipo veterano, con oficio, y que llegado diciembre sube el pistón en cuanto huele los playoffs.

La conclusión es simple: a McAdoo le han visto el farol. Le han descifrado el código. No sorprende a nadie. Las defensas rivales saben qué hacer contra él. Y ahora que, como dice él mismo, el football empieza a ser de verdad, a los Giants les puede costar caro.