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Cincinnati Bengals

Los Bengals deben decidir entre ser tigres salvajes o de circo

Sin una apuesta decidida por parte de la directiva para reforzar el equipo, los Cincinnati Bengals pueden echar a perder la mejor generación de su historia.

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EAST RUTHERFORD, NJ - SEPTEMBER 11: Andy Dalton #14 of the Cincinnati Bengals holds his helmet after a play against the New York Jets during their game at MetLife Stadium on September 11, 2016 in East Rutherford, New Jersey.   Streeter Lecka/Getty Images/AFP
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STREETER LECKAAFP

Tras su victoria en las Galias, Julio César regresaba triunfal a Roma. A orillas del río Rubicón, que delimitaba los dominios de Italia, fue advertido de no cruzarlo o exponerse a ser declarado enemigo del Senado. Debía decidir entre permanecer en la Galia, en su acomodada posición de cónsul, o enfrentarse a una guerra civil. Se arriesgó y lo cruzó. El resto, es historia conocida. En algún momento, todos hemos tenido nuestro “Rubicón” particular. Una decisión trascendental para nuestro futuro, probablemente sin vuelta atrás. Atreverse a ir a por todas o mantener lo conseguido. Riesgo o continuismo. Los Bengals encaran la campaña 2017 en esa disyuntiva.

Si exceptuamos a Patriots, en la NFL actual no se puede hablar de dinastías sino de ventanas de oportunidad. Al amparo de los ventajosos salarios de los novatos, los clubes disponen de cuatro o cinco años a lo sumo donde tener opciones de hacer algo importante, antes de verse inmersos en otra reconstrucción cuando no puedan renovar esos contratos. A esta ventana de Bengals apenas le queda un resquicio. Desde 2011, gracias a unas buenas elecciones de draft y una saneada economía, Cincinnati encadenó 5 presencias consecutivas en playoffs. Pero la lotería del draft, como tal, no siempre es favorable, y en los últimos 3 años, el equipo atigrado no ha seleccionado ningún rookie de impacto. La falta de relevo generacional provoca que para mantener sus aspiraciones, e incluso optar a superar la barrera infranqueable de una victoria en playoffs que se les resiste durante 26 años, no les quede más remedio que soltar la pasta.

La situación económica de Cincinnati es envidiable dentro de los equipos con aspiraciones. Algo más de 40 millones de $ es el margen que disponen para retener sus figuras o intentar algún fichaje que aporte un salto de calidad para devolverles a postemporada. Sin embargo, estamos hablando de probablemente el club más reacio a pagar un centavo (la prensa local, poniéndose la venda antes que la herida, reduce esa cantidad a apenas unos dramáticos 15 millones). La filosofía de “draftear-desarrollar-retener” no se puede sostener cuando además de renovar jugadores tras su contrato rookie (Zeitler-RG, Kirkpatrick-CB) debes hacerlo con otros veteranos a quienes no has encontrado sustituto (Whitworth-LT, Burkhead-RB). Y mucho menos, pretender su continuidad a un precio inferior al que pueden conseguir en el mercado.

Tras el convenio colectivo de 2011, las franquicias están obligadas a gastar al menos el 90% del tope salarial. Para la directiva bengalí, este mínimo es el máximo que están dispuestos a invertir. Esta actitud ya le costó descender un peldaño el año pasado al no poder conservar su cuerpo de receptores y desmantelar media secundaria, y repetirlo esta campaña sólo les hundirá más en la mediocridad. El tiempo que estas ventanas de oportunidad están abiertas es muy limitado, y es precisamente en estos momentos cuando se debe hacer el mayor esfuerzo económico por hacer competitiva la plantilla. Ser conservador, dejando ir a los mejores jugadores pensando que podrán encontrar alternativas similares a menor precio, fiándolo todo al azar del draft o a veteranos fichados a precio de saldo en la esperanza de conseguir un rendimiento que jamás tuvieron, sólo funciona si en la dirección técnica tienes un genio como Belichick. No es el caso.

Marvin Lewis es el entrenador que revitalizó una franquicia hundida en los 90, pero ya ha dado todo lo que tenía. Hay 7 derrotas en wildcard que demuestran que ha llegado a su máximo. Creer que puede superar sus metas rodeado de peores jugadores y coordinadores de segunda fila es de ilusos. Su tiempo está agotado. Ahora mismo, la relación entre Bengals y Lewis es la de una pareja en la que la pasión hace tiempo que desapareció (si alguna vez existió), y ahora sólo queda el afecto, y un exceso de educación por ambas partes que impide romper ataduras.

Para complicar más el panorama con esta serie de limitaciones autoimpuestas, Cincy tiene una enfermiza fidelidad por retener veteranos pese a que su rendimiento deportivo no lo justifique (Peko-DT, Winston-OT). Además, el propietario Mike Brown tiene a gala respetar a rajatabla lo firmado, así que raramente cortan jugadores con contrato en vigor aunque exista una evidente desproporción entre juego y salario. Rescindir la vinculación con Maualuga-LB o Pacman Jones-CB podría liberar espacio salarial para otras necesidades, pero no será aquí de donde ahorren.

En 2017 se cumplirán 50 años del nacimiento de los Bengals. ¡Qué mejor momento para asaltar el Lombardi! Cruzar ese Rubicón. Desprenderse de prácticas obsoletas y rácanas, para dejar de resignarse a seguir siendo una fiera domesticada con las uñas cortadas por su amo y volcarse en hacer una plantilla que realmente cause miedo en la liga. Si no se apuesta, no se gana. Si funciona, Mike Brown podrá conseguir al fin lo que el destino le negó a su padre Paul. Y si no ya verían el día de mañana cómo arreglar la situación económica, como hacen todos. La NFL no permite muchas oportunidades de éxito, y hay que aprovechar las pocas que se tienen.