Albert Llovera es mi héroe favorito del Dakar

El Dakar es una carrera épica, de héroes, de gestas únicas… Competición y aventura a partes iguales, una combinación ideal para encontrar historias extraordinarias que nos reconcilian con la especie humana, con la grandeza o la generosidad del hombre. No sería fácil quedarse con sólo una de ellas, pero si hubiera que hacerlo en mi caso lo tendría bastante claro. Mi protagonista sería Albert Llovera. Hemos hablado de él muchas veces en AS, seguramente menos de las que merece, y no me canso de hacerlo. Un tipo excepcional que vive la vida con una pasión envidiable y, para mí, admirable. Porque lo hace desde una silla de ruedas con un entusiasmo capaz de derribar cualquier barrera que se interponga entre él y sus sueños, sus ilusiones.

Fue esquiador olímpico hasta que sufrió una lesión medular en una caída en 1985, cuando tenía 18 años. Lejos de dejarse amilanar por semejante revés del destino, sólo dos años después ya estaba compitiendo en coches y no ha dejado de hacerlo desde entonces, con el Mundial de rallys como la cumbre de su trayectoria al volante. Sintió, como tantos otros, la llamada de ese reto sin parangón que es el Dakar y este año le tenemos de nuevo sentando al volante de un buggy que patrocina el mismísimo Nasser Al-Attiyah, que quedó fascinado por el pundonor de Llovera. Si hablamos de una carrera dura, imponente, a menudo cruel (le podemos preguntar estos días a Nani Roma) e incierta para cualquiera, no acierto ni a imaginar lo que debe ser afrontarla con movilidad limitada. Pero, ¿qué es eso para Albert? Su voluntad llega mucho más lejos de donde lo hacen sus piernas y ojalá en esta ocasión sea hasta la meta de Buenos Aires. Lo merece como pocos…