Alineación indebida

¿Por qué? No soy dudoso con Del Bosque. Por eso me siento más fuerte para decirle que me gustaría saber qué necesidad había de regalar medio partido ante Holanda. No era un amistoso. Falso. Me enseñó en su día el maestro Bernardo Salazar que todos los partidos entre selecciones nacionales son oficiales. No le falta razón. Cuando juegan dos naciones y escuchas tu himno, estás representando millones de sentimientos. Si el rival es Holanda, que mancilló nuestro honor con una goleada que aún tiene perforado el estómago de nuestro orgullo, hay que salir con el equipo de gala. Se trataba de poner en su sitio a los Naranjitos. Aquel 5-1 en Salvador de Bahía tuvo un punto de humillación que merecía otro tratamiento para la noche de Amsterdam. Del Bosque pretendía dejar contentos a todos los que habían estado trabajando estos días con él en Las Rozas y Sevilla. Pero la Selección no es un colegio en el que se reparten caramelos a la salida. España es un cuerpo de élite donde sólo deben tener cabida los números uno, los mejores. Yo soñaba ayer con un nuevo gol de Iniesta que les hubiera refrescado la memoria a estos, ahora que están tan creciditos. ¿Se fijaron cómo le silbaban en los pocos minutos de que dispuso? También imaginé que Morata metería un segundo gol con la Roja tras su trascendente diana del viernes en el Pizjuán. Ingenuo de mí, veía un Ramos imperial sacando todos los balones que llegaban al área de De Gea y metiendo un gol de cabeza en una jugada a balón parado. O Silva imaginando un pase imposible entre líneas. Todo eso fue imposible porque en el pitido inicial andaban todos ellos en los lujosos banquillos del Amsterdam Arena. El míster sacó una alineación de alto riesgo. Y lo pagamos caro...

Me explico. A los 15 minutos ya nos habían pasado por encima y el 2-0 del marcador reflejaba la diferencia entre salir a morder con tus soldados más aventajados o competir con los reclutas meritorios que, legítimamente, sueñan con estar algún día en el núcleo de los elegidos. En estos partidos entre gigantes, esas pequeñas diferencias adquieren una dimensión colosal y rápidamente se notan en el electrónico. Dos goles como dos soles, De Gea y la zaga desbordados y sensación de zozobra. A partir de ahí, se jugó otro partido de 70 minutos. Otro guión, otra película...

La puntería. El balón volvió a su dueño y más en la segunda parte con la entrada de Silva. Después salió Ramos para dar empaque atrás (¡igualó los 126 partidos de Zubizarreta!), e irrumpió Morata. El madrileño nos regaló media hora a lo Van Basten. Repertorio de recursos para jugar de espaldas a la portería, controles orientados, asistencias perfectas (ay, Vitolo...) y remates desde cualquier posición. Morata es el nueve del presente y del futuro. Duele verle en el banquillo. Never more, never more, never more.

Autocrítica. Al grano. En los últimos doce meses, España ha perdido seis partidos y ha ganado ocho. Vamos, que nos hemos acostumbrado a agachar la cabeza camino de los vestuarios. Esa tendencia negativa hay que revertirla con urgencia. Si queremos llegar a la Eurocopa de Francia con garantías (primero hay que clasificarse), debemos dibujar ya un once-tipo que podamos aprendernos de memoria. Estamos en fase experimental, pero Del Bosque sabe que si algo no nos sobra es tiempo. Hemos pasado de ser la 1ª a la 11ª del Mundo. Por algo será. Para empezar, que desde ahora jueguen los buenos...