Estadio Olímpico Lluís Companys

Estadio Olímpico Lluís Companys

No hay mayor gloria para un estadio que llamarse Olímpico. Tal denominación no es gratuita, hay que ganársela a pulso, pues está reservada a las instalaciones que han sido sede de los Juegos. En todo el mundo no hay más que 21 estadios, algunos ya desaparecidos, que puedan llamarse Olímpicos. Ni siquiera el de Sevilla puede arrogarse el nombre, aunque se lo atribuye erróneamente. Hasta que no celebre unos Juegos, será el de La Cartuja. Por eso que el ayuntamiento de Barcelona haya dado el apellido de Lluís Companys a su estadio Olímpico es un brindis al sol.

Si Barcelona quiere un apellido para su estadio, ya tiene el de Montjuïc por aceptación popular. Pero no. El pleno, con la oposición del PP, decide, a propuesta de Comisiones Obreras y con el apoyo de la Asociación de Ex Presos Políticos Catalanes, entre otras, que se rinda tributo a la memoria de un catalán insigne. Que está muy bien, porque así cuando se pregunte quién fue Lluís Companys uno se entera de que convocó unos Juegos populares en Barcelona para oponerse a los de Berlín cuando en 1936 sirvieron para exaltar el movimiento nazi.

Puestos a dar apellidos al Olímpico de Barcelona, sería también tema de debate cuál darle. ¿Ricardo Zamora, como proponía el Espanyol? ¿Juan Antonio Samaranch, como proponía el PP? Ya da igual. Es oficial el de Lluís Companys, quien a su paseo, su salón de plenos en el ayuntamiento y su placa en el anillo olímpico, añade ahora un estadio. Pasa, de esta manera, a convertirse en el catalán más universal en el mundo del deporte a costa de un estadio cuyo solo nombre de Olímpico es un privilegio y un orgullo para la ciudad. Por lo visto, no era suficiente.