Icebergs entre el glamour

Icebergs entre el glamour

Cena de gala en Montecarlo. Noche de glamour para el atletismo, que una vez al año se reúne en torno al príncipe Alberto, en cuyo principado la Federación Internacional de Atletismo se beneficia de sus ventajas fiscales, nada despreciables cuando se habla de cuentas de 10.000 millones de pesetas anuales. Se trataba de designar a los mejores del año. El comité de expertos se decidió por El Guerruj, el tradicional verdugo de nuestros mediofondistas, y Stacy Dragila, la trapecista de la pértiga, que a sus méritos une el ser estadounidense y en estos tiempos que corren, ser sensible con su país nunca está de más.

La verdad es que el reconocimiento a estos dos atletas es justo. Nunca habían sido premiados; la ausencia este año de atletas con carisma en los Mundiales —tipo Lewis, Johnson o Marion Jones, que perdió los 100 metros—, facilitó su elección. En 2001 llegó su hora. El primero, 13 carreras y 13 victorias, dos títulos mundiales, en pista cubierta y al aire libre, y una marca que se quedó a 12 centésimas de su récord mundial; la segunda, 25 pruebas y 22 victorias, campeona mundial y siete récords del mundo, un número exagerado que se explica porque el salto con pértiga femenino es de reciente implantación.

En el encanto de la noche, una mala noticia: el positivo del saltador cubano Javier Sotomayor. Una muesca más en la credibilidad del atletismo —su caso hace el número 22 del año— y del deporte de alto nivel. Y, cómo no, con nandrolona. Esta sustancia aparece repetidamente en aquellos deportistas que luchan contra el tiempo. Necesitan coger la forma y retrasar la pérdida de sustancia muscular, más acusada con el paso de los años. Caen en la tentación. Sólo pillan a unos pocos. Si estos pocos fueran todos, sería un mal menor. Lo malo es que existe el convencimiento de que sólo se ve la punta del iceberg.