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La juventud es una virtud, no un defecto

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Tenemos el mejor balonmano del mundo a nivel de clubes, pero a nivel de Selección bajamos el listón. Siempre estamos ahí, entre los mejores, con dos medallas olímpicas y otras dos europeas, con un cuarto puesto en unos Mundiales, pero al final nunca ganamos nada. Y este año, por lo que se ve, tampoco. En estos Europeos no vamos a aprovechar que Francia, la campeona del mundo, está en una época de transición, que Yugoslavia conoce sus horas más bajas y que Alemania sigue sin ser el lobo feroz. Ayer perdimos ante los alemanes y aún no nos lo podemos creer.

En esta Selección parece que hay mucho victimismo. Constantemente se recuerda que no están Chepkin ni Dujshebaev y que han sido sustituidos por jóvenes sin experiencia. Lo malo de esto es que se toma como un revés, no como una virtud. ¡Qué mejor que una Selección joven, descarada y sin nacionalizados! El seguro de vida ya lo pone Barrufet, el mejor portero del mundo y que ayer sólo encajó un gol en los siete primeros minutos de la primera parte y en los doce primeros de la segunda. Y no sólo porque sus compañeros le defendieran bien, sino porque paraba cuantos balones le llegaban.

Si un equipo, Alemania, no marca nunca y el otro, España, lo hace de vez en cuando, está claro quién tiene que ser el ganador. Hasta cuatro goles de ventaja tuvimos. O sea, que Selección hay. Ahora, si luego llegan acciones absurdas y cada uno hace la guerra por su cuenta, el sistema se resquebraja. Y ya estamos como siempre, lamentándonos por una derrota que jamás debió producirse y que nos entorna las puertas de un Europeo en el que el podio estaba más al alcance que nunca. Ya solo nos queda ganar o ganar hoy a Francia y mañana a Yugoslavia para no regresar con el rabo entre las piernas.