Portillo le pegó como Puskas

Portillo le pegó como Puskas

Salió Portillo, por fin (quizá gracias a que Munitis se trabajó una inoportuna tarjeta para estar limpio en cuartos) y le pegó como Puskas. Fue un cañonazo deslumbrante, que valió un empate y redimió un partido más bien cutre, que el Madrid afrontó con una alineación, digamos, poco respetuosa. Poco respetuosa con su historia, con la categoría de la competición, con Atenas... Salió con un equipo menos lucido del que había presentado en su día en los campos del Pájara Playas y el Lanzarote, a los que sí honró, e hizo bien, con algunas de sus figuras.

El prestigio secular de un club también debe defenderse con un poco más de decoro en casos así. Un malpensado me dijo: "Echan a Casillas a los leones, con Geremi, Iván Campo, Rubén y Raúl Bravo por delante." No. Desde luego que no era eso, aunque bien podría haberse aprovechado la jornada para darle más portería a César, que le conviene, ya que va a ser titular. Es, simplemente, que el Madrid también se despista a veces. Y anoche se despistó. Ese equipo no era el Madrid. O no lo parecía, hasta que de repente de su cantera surgió un chaval de pelo corto.

Un chaval que siempre ha metido goles, pero al que la consideración, a mi juicio excesiva, que tiene Del Bosque con los suplentes le ha postergado más de lo preciso. Es un delantero que ha marcado muchos goles en todas las categorías. Tantos, que este año va camino de ser al tiempo máximo goleador en Tercera, donde empezó, y en Segunda B, donde anda ahora. El de anoche fue, según nuestras cuentas, el gol número 387 de su corta carrera de partidos oficiales. Un gran gol. Un gol que habla del presente y del futuro de un fútbol que pasa sus mejores días.