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El nueve está aquí

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Siempre traté de imaginar qué sucedería si me pusieran el nueve y me soltaran al Bernabéu, de blanco se entiende, que esto es un sueño y no una pesadilla, así en un partidito contra el Zaragoza o Las Palmas. Supongo que marcaría algún gol, un rebote, a Zidane que le doy pena y me la pone o un lejano disparo que me roza las nalgas y despista al portero.

El nueve del Madrid es un ser condenado a vivir en la opulencia, por eso sorprende tanto la sequía de Morientes, que ni es mal delantero ni zote, aunque a veces lo parezca. Lo único que le pasa a Morientes se llama aburguesamiento y es una dolencia altamente contagiosa que se caracteriza precisamente porque no te duele nada. Ni el amor propio.

El Real Madrid lo tiene todo, incluida una imperdonable falta de entusiasmo. Y Del Bosque debería darse cuenta de que el público que paga y grita está pidiendo ilusión y eso es Portillo, como lo fueron el Buitre y Raúl, hasta Morales si me apuran. No hay agravio posible con las figuras pusilánimes. Es cruel enseñarnos cómo chuta el niño y luego birlarnos la diversión. Si falla, que vuelva por donde vino, no estaba hecho, tenía razón el míster; si marca goles, aleluya, el entrenador es un genio. Del Bosque tiene un solomillo y envida a chica y eso es como decirnos que no probaremos el postre hasta que no nos acabemos las lentejas.