El pastorcillo mentiroso

El pastorcillo mentiroso

Pocas veces se ha oído a un deportista (y escribo deportista) reconocer su culpa tras un positivo. Siempre hay excusa: que si me lo han echado en el agua, que si lo genera mi cuerpo, que si alguien está contra mí, que si me lo han puesto en el dentífrico... Por eso, cuando ahora el Mapei habla de un complot, la gente sonríe de medio lado y dice aquello de "ya, ya..."

Stefano Garzelli tiene unos derechos. La presunción de inocencia arropa hasta a los terroristas. Además, hay cosas que no cuadran en esta historia. El Mapei es el equipo que más lucha por la limpieza, la probenecida es una sustancia en desuso, la policía italiana conocía el positivo antes de ser oficial... En Italia se insinúa incluso que pueda ser una venganza de Marco Pantani. Es justo que el ciclista se defienda, pero también lo es que se cumpla el código ético del pelotón. Garzelli debería haberse retirado ya, porque así lo acordó tácitamente el ciclismo. Y si luego se demuestra que hay un complot, ya pagarán los culpables.

El problema del ciclismo es el mismo que tuvo el pastorcillo mentiroso. "¡Que viene el lobo...!". Y ya nadie le creyó. Y otro lastre es la hipocresía de echar siempre la culpa a los demás. Un día, el mánager de un equipo español, después de que uno de sus ciclistas diera positivo, me dijo que los periodistas éramos los responsables por difundir la noticia. Eso es como aquel que barre su casa y echa la basura por debajo de las enaguas de la mesa. La mierda se disimula, pero no desaparece.