Sonreímos con permiso de Chilavert

Sonreímos con permiso de Chilavert

Las fotos no engañan, y las que veo sobre mi mesa, varias de las cuales ilustran las primeras páginas de este periódico, hablan de optimismo. Hay alegría, hay caras felices. Sólo a Camacho se le ve un cierto rictus de responsabilidad. Pero eso sin duda es por aquello de que el capitán come solo en su camarote, y a él no le están permitidas las expansiones de la marinería. Pero el grupo vivió ayer una víspera feliz y confiada y eso es buena señal. Aunque haya algunas pequeñas dudas. Aunque Helguera haya metido la pata el otro día. Aunque el tobillo de Tristán esté para pocas bromas.

Y aunque enfrente esté Chilavert, ese fantasma con bolas y cadenas que de repente hace como que da marcha atrás y dice que sus baladronadas han sido invento de la prensa. Ya estamos con eso. Qué fácil salida. Lo que no se puede achacar a la prensa fue el odioso escupitajo al rostro de Roberto Carlos, que le costó cuatro partidos de sanción, luego reducidos a uno. Por esa sanción no jugó ante Suráfrica. Pero aquello fue ante todo un gesto que le define como un ser repugnante, al que no sé por qué salió defendiendo Fraile. O sí lo sé, si recuerdo cómo jugaba. Son tal para cual.

Un buen portero, en todo caso. Aunque pasado de años y de romana. Ahora se le puede ver en el Estrasburgo, en la segunda división francesa, lejos de las cumbres del fútbol en las que sí se mueven quienes van a merodear su área. En ellos, en su capacidad de gol, confiamos. Y en el buen sentir general de este equipo, que ha sabido generar la ilusión nacional un poquito por casualidad (esos 52 años, esa débil Eslovenia...) y otro poco por su actitud y sus buenas maneras. Mientras los vecinos las pasan canutas (Francia, Portugal), España sonríe. Con permiso de Chilavert.