Francia levantó ayer el telón de una Liga con más novedades fuera que dentro de los estadios. Dos equipos más, cuatro jornadas extra y cambio de nombre. La D1 pasa a llamarse Ligue 1, aunque los actores serán, casi en su totalidad, los mismos de la pasada campaña. Habrá, por ejemplo, menos senegaleses. Emigrantes de lujo tras el Mundial con cierta propensión a las islas británicas. Y más suramericanos, treinta y ocho en total, lo cual debe darle más lustre al juego.

La batuta la debería llevar, en buena lógica, el PSG de Luis Fernández y Ronaldinho, aunque quizás acuse el que su timonel en las dos últimas campañas, Mikel Arteta, esté ahora en el Rangers. Pese a todo, los parisinos vuelven a perfilarse como los más firmes candidatos. Con permiso del actual campeón, el Lyon, claro. Los campeones pueden acusar la baja del técnico que les llevó al título, Jacques Santini, ahora acometiendo la renovación de Les Bleus. Y son los jóvenes valores galos los que pueden llevar a sus equipos a pelear por el título: el Auxerre de Djibril Cissé y Mexes, el Burdeos de Meriem, el Nantes de Berson y el Le Havre de Le Tallec y Sinama-Pongolle.