Una elección muy a la italiana

Una elección muy a la italiana

Todos son golazos y aquí lo reflejamos, pero esta italianizada elección deja fuera goles fantásticos. Sé que me meto en un terreno muy subjetivo, pero aquel golazo de tacón de Madjer que le dio la Copa de Europa al Oporto ante el Bayern merece un podio. Por belleza e importancia está casi al nivel del de Zidane en Glasgow. Hay muchos golazos de los que no quiero olvidarme. Aquella vaselina imposible de Maradona al Estrella Roja en Belgrado, en carrera y con el balón sin botar o la chilena perfecta de Hugo Sánchez al Logroñés; compite con la mejor que jamás vi junto a una de Francescoli con River a Polonia en Mar del Plata. Seguro que los argentinos que leen esto se acuerdan. Y también de una maravilla firmada por Ricardo Villa para el Tottenham en la final de Copa inglesa de 1981 ante el Manchester City. Desparramó rivales como si nada y el gol le dio el título. Sin duda, se recuerdan más los goles que significaron triunfos importantes, porque tienen más valor. Sin tanta importancia en los libros de historia Klaus Augenthaler le hizo con el Bayern al Eintracht un gol memorable desde su propio campo y Maradona uno a Tacconi en un Juventus-Nápoles en un libre indirecto a la escuadra más cercana. Ese gol desafió todas las leyes, igual que la carrera del siglo ante Inglaterra y que sí está entre los diez de La Gazzetta. Pero si buscamos un gol único, irrepetible, imposible de ejecutar otra vez, el de Toninho en un América-Guadalajara de la Liga mexicana. No significó ningún título, pero está fuera de catálogo. Estadio Azteca lleno, para empezar. Balón del América largo desde la defensa hasta el callejón del diez, donde aparece Edu, que centra de rabona al primer toque a la cabeza de Toninho. Una rabona perfecta, impecable. Toninho remató a la escuadra del Guadalajara. Yo le llamo el gol del milenio. Nunca vi nada igual.