La Armada elige a su almirante

Tenis | Masters de Shangai

La Armada elige a su almirante

La Armada elige a su almirante

Moyá, que acabó con todas las suspicacias eliminando a Costa, y Ferrero, que venció a Novak, se enfrentarán en semifinales a primera hora de la mañana

Ni siquiera hubo margen para hacer lo que en las exhibiciones: un set para ti, otro para mí, y el tercero para el que mejor convenga. Como en el Masters de Madrid, la zona lumbar de Albert Costa, el jugador que más convenía a la Armada en este caso, en este Masters, dijo basta cuando se superaban las dos horas de pista. Y Moyá no tuvo más remedio que ganar.

En el último juego, Costa apenas podía ballestear con la espalda en los saques ni flexionarse para pegar la derecha. Tampoco podía pedir árnica tras las reprimendas del árbitro, el suizo Egli.

Así, el campeón de Roland Garros, tieso, embarcó un par de derechas fáciles... y el relajado Moyá tuvo que ganar. Otra cosa hubiera sido demasiado fuerte, bajo los vigilantes ojos de Jason Stoltenberg, entrenador de Hewitt, y del Consejo Directivo de la ATP.

Más allá de este Cabo de las Tormentas y de las desgracias de Costa, llegaba la concreción de la semifinal española: Ferrero puso en su verdadero sitio a Novak, es decir, en el avión de vuelta a Chequia.

La demoledora superioridad del Mosquito valenciano y madridista sobre Novak, el prolífico padre checo, también demostró una ristra de axiomas. Uno, es un insulto (para Iván, obviamente) comparar al tarugo Novak con el Terminator Ivan Lendl. Dos, Agassi debe haber comparecido en este Masters con alguna lesión, o con morriña de Steffi Graf. Eso es lo único que puede explicar que Novak fusilara al de Las Vegas con un parcial final de 11-2 en la primera jornada del torneo. Y tres, queda claro que, por buenos que sean Federer, Hewitt, Moyá o el lucero del alba, los partidos se pueden ganar cuando hay ambición, deseo, determinación y ganas de luchar hasta la última bola: lo que hizo Ferrero con Novak y con Agassi, y justo lo que no se le vio el día aciago de Federer.

Cuando usted, ustedes, queridos lectores, niños y niñas tenistas, terminen de untar con mermelada el croissant de esta mañana, o cuando los nada tenistas rezagados de la botellona de la noche del viernes cierren la puerta del dormitorio, España conocerá el nombre de su finalista en Shanghai: casi al mismo tiempo, en Beijing, se oficializa la renovación de la cúpula del Partido Comunista de China.

Y después, el ganador, sea Moyá, el Charly azulgrana de la derecha prodigiosa, o Ferrero, el Mosquito madridista, debería rezar una pequeña oración por Roger Federer. Porque en una final del Masters, y más con la españolitis que está cayendo, cualquier enemigo es preferible a Lleyton Hewitt.