La noche de Astérix

La noche de Astérix

Tuve la suerte de asistir al choque de vuelta de la Copa de la UEFA entre el Auxerre y el Tenerife. El Abbé Deschamps es un vetusto estadio muy anglosajón, orgullo de Auxerre, pequeña ciudad vinícola, ubicada a unos 200 kilómetros al norte de París. La cancha, feudo del gran Guy Roux, se llena hasta en los bolos feriados. En la ida, que significó el debut del cuadro tinerfeñista en Europa, los de Valdano dejaron la inspiración sobre las perchas del vestuario y saltaron con los nervios mordiéndoles los tobillos. El resultado fue un descorazonador 2-2.

En la vuelta, el equipo de Guy Roux mostraba números aterradores en su cancha y amenazaba descuartizar al Tenerife. El público rugía: ¿Dónde se encuentran Astérix y Obélix? Pero los de Valdano sacaron de sus celdas un manantial de fútbol y el feroz Auxerre comenzó a sufrir convulsiones.

V inieron los taquitos de Redondo, después los recortes de Latorre, apareció al punto Felipe, aquel Tenerife la tocó mil veces y el Auxerre se sintió herido. Llegaron los últimos minutos y el meta Agustín se lesionó. Con César en la calle, Guy Roux se creyó Napoleón y ordenó fuego a discreción. Los minutos se hicieron siglos, Pier se erigió en meta para la épica y el Tenerife se hizo Carlomagno. Yo acababa de ver el partido más hermoso de mi vida.