Su prima y a su prima

Su prima y a su prima

Todavía recuerdo aquel 14 de mayo de 2000, apenas seis días después de desembarcar en esta ciudad fría y desmedida que aquí llaman Madriz. Pues sí. El Madriz, entonces de Anelka, mandaba a Segunda al equipo de un hijo pródigo llamado Alfonso, al que había tolerado emigrar a Heliópolis, pero al que nunca perdonará haberse vestido de azulgrana tres meses después de aquel descenso. Para entonces, yo ya estaba seguro de que Alfonsito volvería a ser verdiblanco.

Y no sólo porque me lo predijo (un abrazo, Enrique) un buen amigo del getafense llamado Olivares. En Barcelona, Alfonso no tuvo forma, suerte o como se llame, pero nunca perdió la honradez que denotaban sus impolutas botas blancas, las únicas (en la Ciudad Condal las cambió —la gent obliga—por unas de color dorado) con las que ha sido grande, uno, el Mago de La Palmera.

Alfonso quiere marcar al Auxerre, quiere que su Betis —otra vez su Betis— gane por fin el título que perdió en el campo del Madriz ante el Barça, (otra vez, los grandes en su camino). Por ello, no me cabe duda, Pérez Muñoz daría su prima... Y hasta a su prima.