Echen cuentas. Carlos Sainz estrenará el año próximo al menos siete Citroën Xsara WRC. A casi millón de euros por cada uno... ¿Entienden ahora por qué se está alargando tanto la culminación del acuerdo? AS tuvo la oportunidad de conducir una de esas maravillas mecánicas en Francia, mientras el madrileño finalizaba sus ensayos en Suecia.

Fue una pena, porque lo ideal hubiera sido que él ejerciera de anfitrión y que el coche probado ya luciera los colores de Telefónica Movistar. Pero las negociaciones siguen sin cerrarse y fue Phillippe Bugalski el que nos desveló los secretos de conducción del Xsara pintado aún con los colores de 2002.

La cita era en el circuito de Abbeville, una escuela de conducción ubicada muy cerca del paso de Calais y las playas de Normandía. A las ocho y media de la mañana, hora del inicio de los ensayos, el piso de la pista estaba helado y, claro está, hubo que esperar porque los responsables de Citroën ya arriesgaban suficiente prestando tal joya a unos inexpertos periodistas.

Una vez limpio el piso, comenzaron las pruebas. Tras unas breves explicaciones sobre el funcionamiento del coche, apretamos el botón de arranque y el motor comenzó a rugir. Lo que exige más cuidado y concentración es el cambio semiautomático ya que, aunque su manejo es sencillo, hay que concentrarse para engranar marchas moviendo la leva hacia atrás, y reducir empujándola hacia delante. Con un leve toque se cambia, sin necesidad de levantar el pie del acelerador ni pisar el pedal de embrague.

Una vez que se consigue la adaptación al peculiar sistema es cuando el pie derecho comienza a pisar con más fuerza el acelerador. Y el motor responde de una manera muy enérgica, pero sin brusquedades. Es lo que más sorprende de la conducción, ya que en todos los parámetros el comportamiento es muy noble... a pesar de las humedades del trazado. Precisamente gracias a ellas se podía jugar a piloto, derrapando en alguna curva, aunque siempre con muchísimo cuidado de no liarla, ya que justo antes de arrancar mostraron una carta de Guy Frequelin, el nuevo jefe de Sainz, amenazando al que le hiciera un arañazo a su millón de euros.