Los pecados del Madrid

Los pecados del Madrid

Son humanos y pecan. Son muy buenos y se añoran a sí mismos. Cogen un equipo, le van pasando la garlopa, domestican sus ansias, les arrebatan los sueños y cuando se les entrega, se sienten magnánimos, satisfechos, y optan por sumergirse en sus plácidas sensaciones redentoras, sin instinto terminal, recibiendo zarpazos desesperados que les arrebatan puntos y les enseñan la vía siguiente, que es aguantar sin resuello el envite que corresponda. La Real sólo juega la Liga y saluda al equipo que se deja, siete días antes, media vida contra el Madrid. Le llegan con los depósitos de adrenalina casi vacíos y exhaustos de tanto fervor desatado. Los Cuatro jinetes del Apocalipsis que el Madrid suelta a las praderas, viven momentos dispares.

Ronaldo crece en potencia. Zidane se faja, mantiene la sutileza y la corona magistral, pero se llama andana en la terminación. Figo trabaja como un condenado, la quiere y zurce, pero no cose. Y el que sigue siendo por carácter y arranque, el notario que da fe de un Madrid invulnerable y letal, Raúl, ha perdido el sabor de las redes, lleva más de 400 minutos sin marcar, ha roto su promedio histórico y lo único que erradica las dudas es que Raúl volverá. Y lo hará porque no se ha ido. Está, pero no se hace notar. Empieza, pero no termina. Amaga y no da. Este Madrid, que cada vez se hace perdonar menos pecados en defensa, los comete donde tiene lo mejor del mundo. Ahora que suenan los tambores, están afónicos los violines.