El futbolista peculiar

El futbolista peculiar

Fernando es un tipo peculiar. Si no fuera por los recortes mortales que realiza en los bosques del área, si no fuera porque entra como un huracán entre los tres palos y enchufa el balón con la puntería de Robin de los bosques, uno pondría las manos en el fuego y apostaría que, en lugar de futbolista, es un duro adversario de Robin Williams para hacerse con el puesto de profesor de literatura en el selecto colegio que dio vida al club de los poetas muertos.

El malagueño no suele pavonearse por el Luisiana en busca de la fácil piel de terciopelo, que se apuesta en las barras afinando el dudoso arte de la caza del futbolista. En Sevilla no siente la hostilidad del vecino y se pasea a gusto, disfrutando del azahar y de los chistes de Joaquín y Juanito, sus compadres. Comparte amistad con mucha gente que se encuentra en las antípodas de la avenida de La Palmera, como el blanquillo Paco Gallardo, porque Fernando es consciente de que el fútbol no tiene límites de espinos y sí hilos algodonados de amistad. Es el máximo goleador del equipo y, pese a llevar en el mismo dos días, quiere al Betis como si hubiese mamado toda la vida de las fuentes de Tenorio. Conoce la vieja ley no escrita del fútbol. Huye de las baladronadas y tira millas, mientras salpica de goles cada rincón heliopolitano y se mete a su gente en un bolsillo.