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Yo digo M. Á. Santos

Aún quedan románticos

M. Á. Santos
Actualizado a

Hacer un juego de palabras con el nombre de un famoso es lugar común para todo periodista que pretenda ser ingenioso a la hora de titular un artículo. Apellidarse Amor debe haber convertido a Guillermo en uno de los futbolistas con más titulares repetitivos por metro cuadrado en la historia del fútbol español. Sin embargo, estoy convencido de que cualquiera que le conozca o haya tenido ocasión de tratarle, considerará que pocas veces ese juego de palabras merece tal protagonista. Lo que destila es algo que tiene mucho que ver con su apellido.

La cantera del fútbol base azulgrana está de suerte con su llegada. Criado él mismo en La Masia desde temprana edad, sabe lo que significa dejar el hogar con apenas 12 años e irse a vivir sin el entorno familiar a una ciudad lejana. Él lo hizo y luego pasó por todas las categorías inferiores del Barça hasta llegar al primer equipo. Sabe, también, que muchos son los llamados y pocos los elegidos en esa difícil y a menudo injusta carrera hacia el Camp Nou; que si bien es cierto que su tarea no es otra que proveer de talentos al primer equipo, también hay que tratar con cariño a los chavales que no llegan a la meta.

Soy un romántico del fútbol”, nos dijo. Un romántico (no es el único) en tiempos de merchandising y share, en los que cuenta más la venta de imagen que el hombre y en los que, como dijo el poeta, se confunde valor con precio. Tarea difícil, la de este Amor que se ha propuesto devolver al fútbol base culé lo que es suyo.