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Primera | Real Madrid-Racing

La tradición cántabra del Real Madrid

Calidad, fortaleza física, persistencia en el esfuerzo y amor a los colores son las principales características de los 18 jugadores que llegaron de Cantabria

Actualizado a
<b>HELGUERA</B>. Ha jugado 208 partidos con el Madrid y ha marcado 25 goles. Llegó procedente del Espanyol. Antes pasó por el Manchego (95-96) y Roma (97-98). Alterna la posición de medio con la de central.

Durante varios años los jugadores cántabros recalaron en el Atleti. Los Mendaro, Germán, Aparicio, Manín... vistieron la camiseta rojiblanca y los montañeses aspirantes a futbolistas, como Paco Gento o Pachín, sentían simpatía por esos colores. A partir de los cincuenta algún avispado agente futbolístico cambió las inclinaciones mediterráneas de Bernabéu por las cantábricas. Primero fueron jugadores del Racing como Joseíto, Nemes o Juanito González. Enseguida futbolistas naturales de Cantabria.

El gran Paco Gento abrió un camino que de inmediato continuó Marquitos. Fueron dos de los grandes pilares de los éxitos internacionales madridistas. Hasta entonces apenas Ateca y el goleador Sañudo habían dejado muestras de un fútbol pletórico de entusiasmo no exento de calidad. Pero con Gento y Marquitos fue otra cosa. Todos nos enteramos de que en el mapa existía Guarnizo donde había nacido un futbolista que corría más que el balón. Lo hacía como muy pocos y sabía pararse como ninguno, causando el desconcierto de sus rivales. La fortaleza física de Marquitos era descomunal y su gol en la primera final europea de París hizo recordar los tiempos lejanos de Amberes.

¿Qué Gento corría mucho? Pues llegó Pachín que tampoco se quedaba atrás. Era más medio que defensa y las imposiciones tácticas y su rapidez le obligaron a jugar en la defensa. Pronto los laterales merengues que flanqueaban a Santamaría fueron cántabros de cuna, pues a Pachín se le unió dos años después Vicente Miera. Ambos participaron en la conquista de la Sexta, que para el de Torrelavega era su segunda y para la Galerna el récord inalcanzable de la media docena.

En el verano de 1971 se produjo una triple incorporación para refrescar una plantilla envejecida. Llegaban del Racing pero no tuvieron la misma trayectoria. Corral era un espléndido guardameta que apenas tuvo posibilidades de demostrarlo por culpa de Betancort, Miguel Ángel y García Remón, tres colosos entre los palos. Ico Aguilar era extremo de enorme calidad. Tenía velocidad, regate y temple en el toque de balón, pero le faltó algo. El tercero, un jovencito por hacer, se convirtió por su voluntad y esfuerzo en una de las banderas del madridismo durante muchos años. Se llamaba Carlos Alonso y le apodaban Santillana. Durante diecisiete años se fajó con los defensas rivales sin desfallecer nunca ante la dureza adversa y nos deleitó con aquellos vuelos que ponían en evidencia a Newton y su fuerza de la gravedad. Su participación victoriosa en las remontadas europeas de sus últimos años permanecen imborrables en el recuerdo .

Más cercanos están Amavisca y Munitis. El primero, oro olímpico, fue una agradable sorpresa en la que pocos confiaban, mientras que el segundo no tuvo la continuidad que le hubiese hecho figura de primera fila.

Ahora el representante del fútbol cántabro es Helguera. Lo mismo actúa de centrocampista que en la línea de retaguardia y siempre con llegada y goles decisivos. ¿Mañana? Ya veremos.