Durante muchos años sólo en Gran Bretaña existió la figura del coach, verdadero responsable deportivo de su club. En Europa no fue tan importante la figura del entrenador hasta que Helenio Herrera desempeñó esa función y se convirtió en personaje mediático de primera magnitud. Todavía en el año 1964 se podía leer que "un entrenador que sepa de fútbol aporta a lo sumo un diez por ciento al triunfo de su equipo. Si no sabe de fútbol, que los hay, le perjudica en un cuarenta por ciento". Firmaba estas líneas don Alfredo Di Stéfano, una autoridad futbolística de máxima magnitud.

De entonces a hoy el fútbol ha cambiado sustancialmente. Es necesaria una mejor preparación física, una mayor concentración en el juego, complementar las habilidades de cada jugador con los movimientos tácticos y estratégicos del equipo, armonizar una plantilla dentro y fuera del terreno de juego, recomendar los fichajes que sean necesarios para mejorar el nivel competitivo del conjunto...

Por todo ello se valora hoy a los entrenadores. Los resultados marcan sus carreras y su continuidad se refleja en función de cumplir objetivos acordes a la categoría de su club. Ferguson, Herrera, Ivic o Happel han triunfado en diversos países y con distintos equipos. Otros sólo consiguieron éxitos en una sociedad deportiva y fracasaron cuando la abandonaron. Hoy el entrenador de éxito no es sólo un conocedor del fútbol, de sus tácticas. Debe reunir otras virtudes que le permitan desarrollar con acierto su función y entre ellas manejar con habilidad las relaciones públicas.