¡Vaya sprint!, Óscar.

Increíble. Yo no sé si hubiera ganado si Zabel no levanta las manos, pero en todo caso cometió un error.

Este año cambió su táctica.

Me dí cuenta que el Fassa Bortolo estaba muy fuerte, que era inútil intentar atacar en la Cipressa o el Poggio y decidí jugármela al sprint y no gastar ni un gramo de fuerzas. He contado en todo momento con el apoyo de mi equipo. Hayman no se separó desde el primer kilómetro hasta la Cipresa y Dekker me ayudó a remontar en el pelotón y me dejó fenomenalmente colocado en el último kilómetro.

¿Y ya en él?

Me puse a rueda de Petacchi, pero llegó Zabel y me metió la bici. Pasé de pelearme con él para no gastar fuerzas. Así lo pude dar todo en los últimos metros.

¿Su victoria soñada?

Es muy importante, pero yo me quedo con la de mi primer Mundial. Llegó en un momento muy difícil y me cambió la vida.

¿A quién se la dedica?

A las familias de las víctimas de los atentados en Madrid. Es una tragedia difícil de olvidar. Espero que mi triunfo pueda ayudarles de alguna manera. Y también a Giorgio Squinzi, patrón del Mapei, que siempre confío en mí y no pude brindarle este triunfo cuando estaba en su equipo.

¿A por la Copa del Mundo?

Es el último año que se va a disputar y me haría una gran ilusión ganarla. Mi posición es ventajosa. Disputaré todas las clásicas menos la París-Roubaix