La moneda sigue en el aire y Argentina, por tanto, pende de un hilo. La fachada de la clínica Hispano-Suiza y las fachadas vecinas, y casi la mayoría de las casas de la larguísima calle Pueyredon, están empapeladas con mensajes de ánimo al astro Diego Maradona, cuyo cuadro médico permanece estable, es decir, crítico. El doctor Alfredo Cahe, a primeras horas de la tarde, facilitó el parte y dejó a todos con la moral un poco más baja que otros días: "El cuadro hemodinámico" (leyó) "sigue requiriendo drogas inotrópicas para mantener estabilizada la función cardio-vascular en valores satisfactorios. El enfermo sigue con asistencia respiratoria, con parámetros estables. El pronóstico sigue siendo reservado".

O sea, crítico. Chicos de la facultad de Periodismo de Quique Wolff (el ex futbolista del Real Madrid, hoy convertido en uno de los mejores comunicadores de este país) rompieron a llorar, lo mismo que un camarero paraguayo, vecino de Villa Devot o, el barrio donde se crió Diego, que no pudo contenerse y gritó para que lo escucharan desde la cuarta planta (donde se encuentra la UCI y supuestamente el ex futbolista): "Diego, resistí, sós el más grande y el más fuerte". Pero no se atisba un ápice de mejoría.

El caso del futbolista invade todos los territorios en este país. El balón se encuentra ahora en el terreno del gremio de los médicos. No hay galeno en la Argentina que se precie que no haya dado su opinión sobre la salud de Diego.

La mayoría apuesta por un nuevo exceso del jugador, que se pone por montera cualquier invitación a la prudencia. El propio Cahe desveló: "Maradona arribó a la Argentina excedido de peso y con retención de líquidos. El viernes y el sábado pasado jugó al golf hasta bien entrada la madrugada y se fue a dormir sudando, no fue prudente y puso el aire acondicionado. Esto le fue muy perjudicial".

El caso se agrava con el hallazgo de una bacteria en sus pulmones, que le ha producido una muy seria infección. Los médicos han realizado un tratamiento agresivo de antibióticos, que ha estabilizado la infección.

Pero no ha desaparecido. Ahora Diego Maradona se encuentra en este territorio de nadie librando la batalla más dura de su vida, la de la supervivencia. El partido está en empate, nadie gana hasta el momento, pero la ansiedad crece entre los argentinos, que no paran de animar al diez y se lo demuestran con todo lujo de detalles: "Diego, la mano de Dios está en manos de Dios"; "Aguanta, Diego"; "Fuerza del diez". Y así hasta llegar a Panamericana, cruzando Santa Fe y la Florida.