A un paso de Alemania

Champions League | Oporto 0 - Deportivo 0

A un paso de Alemania

A un paso de Alemania

Sólido partido del Depor. Maniche lanzó al larguero en la mejor ocasión. El pase a la final se decide en Riazor

El camino a Gelsenkirchen es largo. Para llegar a Alemania, hay que sumar actuaciones estelares como la de Riazor ante el Milán con noches sobrias y oscuro trabajo, como ayer. Los jugadores se pusieron el mono de trabajo e Irureta le ganó el pulso a Mourinho en la pizarra. Riazor puede convertir el sueño en realidad.

Un extremo del Oporto defiende lo mismo que un lateral de cualquier equipo español. Desde ese sacrifi cio y desde un orden militar, los portugueses han agigantado su figura en esta Liga de Campeones. Pero en su contra juega la previsibilidad de sus movimientos. Pocas cosas de las que pasan en el césped no han ocurrido antes en la cabeza de Mourinho, su meticuloso entrenador. Las licencias siempre se las toman Deco y Carlos Alberto. El primero es un tímido imprevisible y el segundo, un joven rebelde. Si a todo esto se le suma que Mourinho se conformaba de antemano con una victoria por 1-0 y que había dejado entrever que la eliminatoria sería agónica durante sus 180 minutos (perogrullada con sabor a especulación), el partido prometía más sudor que fútbol y un atasco monumental digno del caótico tráfico de esta bella ciudad.

De salida, ambos equipos se dedicaron a estudiarse. Los lusos atacaban replegando sus bandas, forma un tanto extraña que dejaba desiertos los carriles. Mientras, el Deportivo caía una y otra vez a la izquierda, donde Luque le buscaba las cosquillas a Paulo Ferreira. Los minutos transcurrían sin que ocurriera nada reseñable, excepto la dureza de los portugueses. Planchas, patadas a destiempo... Especialmente fl agrante fue una de Ricardo Carvalho a Manuel Pablo, en la que Markus Merk equivocó el color de la amonestación, ya que tiñó de amarilla una entrada merecedora de roja. Todo ante la atenta mirada de un Mourinho histérico.

Una buena jugada de Carlos Alberto, que Naybet estuvo a punto de meter en su propia portería, y un puñado de balones parados servidos al área de Molina eran los únicos síntomas preocupantes para los coruñeses, que agazapados y con una pinta similar a la exhibida en Delle Alpi, muy sobrios y concentrados, trataban de aligerar la marcha del reloj.

Jabo se desesperaba con las faltas laterales que sus jugadores cometían en los tres cuartos de cancha y el árbitro se desentendía de las patadas destempladas de los locales. Una de ellas, al filo del descanso, dejó fuera de juego a Luque, el hombre que más dolores de cabeza estaba creando a la zaga portuguesa. Con Fran en el campo, la estrategia cambió ostensiblemente. Correría más el balón y menos los jugadores. Irureta ya tenía planificado ese cambio, pero veinte minutos más tarde. Así, entre cábalas y patadas, llegó el fin de una primera parte en la que el Depor se mostró cauteloso y comedido.

En el descanso, Mourinho decidió armarse y puso en juego a Jankauskas, lo que se tradujo en una lluvia de balones a la olla por parte de Maniche y Deco. Arriba, Carlos Alberto le guardaba las espaldas al lituano y a McCarthy. El Oporto apostaba por el tremendismo. Mourinho, aleccionado por las diagonales con las que Pancaro y Cafú destrozaron al Depor en San Siro, pidió verticalidad. Andrade y Naybet tuvieron algo más de más trabajo, pero se les simplificó mucho la tarea, ya que todos los balones les llegaban de cara.

El problema es que al Depor, que no había puesto todavía a prueba a Vitor Baía, le quemaba el balón en los pies. Con la aparición de los pasillos en ataque, el choque invitaba a los coruñeses a adelantar las líneas, buscando un contrapié del rival. El encuentro estaba al fi lo de la navaja y la responsabilidad de la cita aumentaba la tensión. Al partido se le estaba poniendo cara de 0-1 cuando Maniche ajustó tanto un disparo que el balón se topó con el larguero de Molina. Cualquier detalle podía desequilibrar.

Jabo, al que le preocupaban obsesivamente los contragolpes lusos, amarró el mediocentro, situando a Duscher por Sergio y Mourinho ganó kilos y centímetros a su ataque supliendo a McCarthy por Marco Ferreira. El atacante fue protagonista de una jugada turbia en la que el árbitro se lavó las manos y no quiso señalar penalti. El brillante encuentro realizado por la defensa deportivista lo afeó un desconsolado e inocente Andrade, que reprobó un piscinazo a su amigo Deco con una cariñosa patadita que Merk, extraño a la hora de medir con las tarjetas, castigó con una roja. El billete para la fi nal de Gelsenkirchen no vale un puñado de pelotazos al área, aunque Jankauskas estuvo a punto de discutir esta afi rmación con un testarazo que besó la cepa del poste de Molina.

El detalle: Artimañas del Oporto

El Oporto usó todo tipo de artimañas para frenar al Deportivo. Incluso Pandiani llegó a perder los pantalones...