Ganó Aníbal Lecter

Ciclismo | Tour 2004

Ganó Aníbal Lecter

Ganó Aníbal Lecter

jesús rubio

Armstrong aprovecha el silencio de los corderos para devorarlos

Miguel Indurain dejaba ganar a sus rivales en muchas etapas de montaña y había quien lo entendía como un síntoma más, no ya de la bondad del navarro, sino de su inteligencia, pues el reparto de triunfos reducía el número de enemigos futuros y le convertía en un líder querido y respetado. Yo nunca lo vi así, creo incluso que esa interpretación formaba parte del bendito síndrome de Estocolmo (o Villaba) que nos hacía sentir. A mí me reventaba que después de una magnífica etapa Indurain dejara ganar a Rominger o a cualquier otro; me indignaba que fueran los demás los que levantaran los brazos, nunca fui tan racional como para valorar los supuestos beneficios de repartirse el botín. Ya que por fin teníamos un campeón, deseaba que fuera más ambicioso, aniquilador, como me contaron que fue Merckx y como vi que fue Hinault hasta que tuvo fuerzas, luego se hizo más generoso, o como lo fue mientras pudo Fignon.

Nunca sabremos cuánto podía haber logrado Indurain de haber sido más implacable, en cuántas montañas no habría inscrito su nombre, de modo que la posteridad que todo lo simplifica no le recordara sólo como un corredor que establecía su ventaja en las cronos y luego se dedicaba a mantener la diferencia.

Por eso cuando Lance Armstrong disputó ayer el sprint, con rabia de juvenil, cuando se impuso sobre la línea al esforzado Klöden, no me pareció un gesto de arrogancia, sino simplemente grandioso. Y entiendo que ese comportamiento, además de aumentar la leyenda propia, magnifica las victorias de sus rivales, que podrán presumir de ganar a Armstrong, y Armstrong no se dejaba.

En el podio, Hinault le susurró al oído, bien Lance, ni un regalo, ni un regalo, esto es el Tour. Y es algo que tiene claro después de dejar ganar a Pantani en Mont Ventoux y que todos, incluido el italiano, calificaran su gesto como de humillante. Nunca más, dijo entonces y si permitió la victoria de Basso en La Mongie fue porque colaboró con él en la subida, y porque a veces se le reblandece el corazón.

Nos desespera su dominio de seis años, nos enloquece que nadie pueda con él, que ningún español se le acerque lo bastante y llegamos a concluir que todo lo que le hace diferente de Indurain, incluso el récord, es un defecto, americanadas. Pero nos equivocaríamos si pensáramos que estamos viviendo una época mediocre, porque es al revés: asistimos a un reinado que nos dará para mucha nostalgia épica.

Se escapa Virenque.

Ayer volvió a escribirse otra página en una etapa formidable. Como suele ocurrir en estas jornadas, Virenque volvió a ser protagonista, qué hermosos son todos sus fuerzos. Un demarraje para sacar puntos le dejó en posición de escaparse y no lo dudó: se largó, junto a Moreau. Por delante, había un grupito que comandaba Simoni, que a pesar de todos sus pecados, siempre intenta dejar una huella de su clase, siempre busca una etapa y casi siempre se la lleva. Por cierto, Roberto Heras no tomó la salida.

En el grupo de los elegidos, sólo hubo un pequeño amago de revolución: Ivanov, compañero de Ullrich y Klöden, se puso a tirar en uno de los puertos pero su ritmo llevaba camino de reventar a los suyos y se le invitó a que lo dejara para otro día. Le relevó US Postal, habitualmente empujado por Floyd Landis, seguidor del grupo ZZ Top, unos tipos extrañísimos con pinta de granjeros barbudos. De él cuenta Armstrong que una vez se tomó trece cafés seguidos porque se encontraba muy a gusto en una terraza de Girona, así de pachón era. Ni qué decir que el jefe le llamó al orden y recondujo sus pasos.

La actuación de Landis fue tan extraordinaria como la de su líder, porque el ritmo que impuso en la última ascensión, La Croix de Fry (hay puertos con nombre de epopeya), fue eliminando rivales y cazando a los que lo intentaban, como el gran Carlos Sastre, valiente pese a estar encorsetado por su equipo. Olvidé comentar que, poco antes, Sastre tiró de Basso y ambos se alejaron unos metros y unos segundos del grupo, pero visto lo visto, cualquier movimiento del CSC suena a teatro de marionetas.

El final, ya lo saben: Ullrich (te queremos) trabajando para KlÖden, que arranca y cuando se ve ganador es batido por Armstrong. Si nos enamoramos de Aníbal Lecter, si le alabamos el paladar, no veo por qué no podríamos amar a Armstrong. Los corderos son los mismos.

La película

Km 20: Un grupo con cinco escapados aventaja, al pie del Glandon, a Astarloza en 1:05 y al pelotón en 2:30.

Km 54: El grupo de cinco escapados tiene a Astarloza a 3:45, Virenque y Moreau a 5:30 y el pelotón a 6:10.

Km 70. A mitad de la ascensión del Col de la Madeleine, Virenque y Moreau se encuentran a 2:14 de los escapados y el pelotón, que engulle a Astarloza, a 6:03.

Km 79. Virenque deja a Moreau y alcanza al grupo de cabeza y remonta 5:30 en 19 km. El pelotón pasa a 6:45 en la Madeleine.

Km 108. El sexteto está en zona de llano antes de la última tanda de puertos y aventaja al pelotón en 7:34.

Km 125. Los seis escapados comienzan el ascenso del Col de Tamié con una ventaja sobre el pelotón de 5:07.

Km 148. Del sexteto se escapan cuatro en la subida al Col de la Forclaz y sacan 3:43 a Iker Flores y Martin y 4:21 al pelotón.

Km 181. Ataca Basso con Sastre y tras ellos llega Armstrong.

Km 204. Gana Armstrong en el último metro a Klöden. Sastre llega a 1:00 y Mancebo a 2:05.