Gatlin, nuevo rey

Atenas 2004 | Atletismo

Gatlin, nuevo rey

Gatlin, nuevo rey

Ganó la carrera más rápida de la historia: cuatro bajaron de 9.90

Justin Gatlin, el más normal de los nuevos chicos de Trevor Graham, es el nuevo campeón olímpico. Graham es el entrenador al que despidieron Marion Jones y Tim Montgomery, buscándose la ruina. Por 12.000 dólares de atrasos, Graham fue quien hizo detonar el Caso Balco, el mayor escándalo en la historia del atletismo de Estados Unidos, al revelar los métodos y productos de dopaje que usó con Tim Montgomery a la caza del récord mundial.

Ahora, Graham, antiguo corredor de 400 metros, trabaja en Raleigh, en la Universidad de North Carolina State, con Justin Gatlin y con Shawn Crawford, que se desafían en series de pectorales en banca con cargas en torno a 150 kilos. Con las pesas en las manos, gana Crawford. Con los clavos en los pies, haciendo arder la pista del Estadio Olímpico de Atenas, Gatlin es ya el campeón olímpico, poniendo en un ridículo espantoso a Crawford y sus monumentales tetas de culturista.

En semifinales, Crawford le sacó la lengua a Gatlin, haciendo monerías. Crawford sostiene que puede hacer 9.72 en 100 metros y 18.99 en 200. Es tan fantasma como para desafiar a una jirafa y una cebra, o para correr una prueba en Milán con la máscara... del Fantasma de la Opera. Fue en 2002, y le descalificaron por pisar la línea de una calle. En cambio, Gatlin, creció en una de las zonas más pobres de Brooklyn, y sólo su fantástica rapidez le valió una beca en un instituto de Florida, Woodham. Seguía siendo un arrapiezo normal de Brooklyn, el barrio donde nació Michael Jordan. Pero con un pequeño detalle: Justin padece el síndrome del déficit de atención típico de gente hiperactiva y de exquisita sensibilidad nerviosa. Como Michael Phelps. O como Dennis Rodman. Desde los nueve años, tomaba anfetaminas para paliar la enfermedad, lo que le valió un control positivo en 2001. La Federación de Estados Unidos (USATF) consiguió la anulación de ese positivo.

Curtido por un año de inactividad y papeleo y por una racha de lesiones, Gatlin tiene más conciencia que Crawford. La conciencia es lo que nos mata, dice Marlon Brando, hecho un atractivo estibador en La Ley de Silencio. La conciencia de Gatlin mató el show de Crawford, desde una salida explosiva, y le ayudó a resistir la tremenda carga de Francis Obikwelu, el nigeriano de Portugal que vive en Madrid, y de Maurice Greene, que también fue estibador en Kansas. Me sentía a cien millas de los demás, dijo Gatlin.

Pero en la noche ardiente de Atenas, Gatlin, Obikwelu y Greene cruzaron la meta del Estadio Olímpico en un pañuelo de dos centésimas: 9.85, 9.86, 9.87. Si se dice que en los últimos 10 metros de una final de 100 hay que correr como si el suelo fuera a tragarte, o como si el infierno se abriese a tus pies, Gatlin tenía ventaja: porque ya ha visto los colores del infierno. Incluso el viejo rey Greene estaba contento con su medalla de bronce y con el oro de Gatlin. Greene tiene conciencia: como Gatlin, y como Obikwelu, que también ha pasado lo suyo. Casi todos tienen conciencia. ¿La tiene Trevor Graham, el hombre que guiaba a Marion Jones en Sydney...? En la respuesta está el secreto de un campeón olímpico.

Más veloz que en tokio 91

La final del hectómetro de Atenas se ha convertido en la carrera más rápida de la historia al acabar los cuatro primeros por debajo de 9.90. Hay que irse a los 100 metros del Mundial de Tokio, en 1991, para encontrarse con una prueba casi tan veloz. Entonces dos atletas estadounidenses, Carl Lewis (9.86) y Leroy Burrell (9.88) establecieron un registro inferior a 9.90 y otros cuatro, Dennis Mitchell (9.91), Linford Christie (9.92), Frank Fredericks (9.95) y Raymond Stewart (9.96) bajaron de los 10 segundos. Ayer los cuatro primeros, Gatlin (9.85), Obikwelu (9.86), Greene (9.87) y Crawford (9.89) bajaron del meteórico registro de 9.90.