Medalla a la casta

Atenas 2004 | Balonmano

Medalla a la casta

Medalla a la casta

enric fontcuberta

El balonmano pierde en los penaltis un partido memorable

A Joan, El Llaneras Solitario, siempre le gustó ir a su aire. Un día incluso se fue al US Postal pre Lance Armstrong. Pero se volvió, claro. Mallorquín de Porreras y residente en Montagut, tierra de Girona, a ver qué demonio hacía él trabajando para los yanquis. Lo suyo es prepararse por carreteras azotadas por la tramontana, más solo que la una y contando los días que le faltan para ir a una gran competición para ganarla o casi. Es cinco veces campeón del mundo, fue oro en los Juegos de Sydney-2000 y ayer cazó la plata aquí. Hoy vuelve para la pista americana junto a Miquel Alzamora: es de las pocas veces que permite que le acompañen. Quizá le pase como a Sergi Escobar y junte otro metal a la plata individual. Precedente lo hay: en 1997, esta pareja fue campeona del mundo.

La medalla número 13 se sabe que existe, pero no su color. Recuerda a Raúl, que se sabe que está, pero no dónde. A ver si me explico: Iker Martínez y Xabi Fernández, los tripulantes, se aseguraron ayer el bronce, pero si mañana quedan entre los diez primeros, serán oro. ¡Pero también pueden ser plata! Pasa parecido con Bosma-Herrera, los del voley playa, que hoy disputan su final.

Desgracia. Hablando en plata dejamos a los jugadores de balonmano, maldiciendo su desgracia. No se llevarán una medalla de las tradicionales, pero se llevaron un montón de las otras: la medalla a la casta, la del honor, la del valor, la de la desgracia, la de la mala suerte, todas esas y más. Es una pena que en La Zarzuela no quede princesa por casar, pues esa era para David Barrufet, ¡madre mía, portero! Y además es íntimo de Iñaki Urdangarín, por lo que todo quedaba en casa. El Duque de Palma y Su Majestad la Reina consolaron a este equipo que tuvo a España con el corazón en un puño y acabó como el Barcelona en aquella final de la Copa de Europa con el Steaua: fallando todos los penalties en la tanda decisiva. En fin...

Hablando de fútbol, estuvimos en el Argentina-Italia (3-0) Si hubiera sido un combate de boxeo, el árbitro lo hubiera parado por inferioridad azzurri. Argentina jugará la final con Paraguay, que fue demasiado para los iraquíes. Lo tremendo es que esta final americana se disputará el sábado a las diez de la mañana hora griega, las nueve en España, las cuatro de la madrugada en Buenos Aires y las cinco en Asunción. Una falta de respeto al fútbol y a las hinchadas de ambos países. La excusa es que al jugarse en el estadio olímpico, la tarde es para el atletismo. Perfecto: ¿pero porqué no jugarla en otro estadio, el mismo Karaiskakis de ayer? Fútbol y olimpismo nunca se llevaron bien.

Por cierro que ayer reapareció Kenteris y fue para romper con su entrenador, Jristos Tzekos. Resulta que la policía griega y un grupo de agentes que vela por la salud en el deporte irrumpieron en la oficina del tal Jristos y en el registro dieron con 1.500 cajas de productos tipo efedrina y demás que no tiene mucho que ver con el negocio que regenta el buen señor: dietética deportiva y cosas así. Kenteris ha manifestado que rompe con Tzekos, que le devuelva el rosario de su madre y que se quede con todo lo demás. Pero en materia de velocistas hay más: nuestro periódico les cuenta hoy una gordísima: el nigeriano Obikwelu, plata en los 100 metros, quiso ser español, no le dejaron y se fue a Portugal donde le recogió el Sporting de Lisboa, el equipo de Figo. Total, que abrazamos a Juanito Muehlegg y rechazamos a Obikwelu. Un día se presenta El Gerrouj y lo entregamos a la Guardia Civil.