Ni galones ni galeones

Ciclismo | Tour 2005. 8ª etapa

Ni galones ni galeones

Ni galones ni galeones

jesús rubio

Valverde, abandonado por el equipo. Sufrió Lance Armstrong

Alejandro Valverde no ganó la etapa de ayer porque, a la hora de la verdad, le falló el equipo, el Illes Balears, el antiguo Banesto, el nieto del Reynolds. Así fue. Se podrá decir ahora que Valverde pagó su condición de favorito indiscutible y que por eso nadie quiso colaborar con su equipo para atrapar a los escapados, pero lo cierto es que al final, cuando necesitó un compañero, o no lo tuvo o llegó tarde. Y los hubo hasta el final: Mancebo y Karpets. Por lo demás, es de una candidez supina culpar a los enemigos por no trabajar en favor de la victoria propia. Antes del decisivo puerto de segunda, Illes Balears asumió el protagonismo para reducir distancias con el grupo de escapados y en esos momentos resultó conmovedor ver a Chente García Acosta comandando la caza, como en los viejos tiempos. Sin embargo, en las primeras rampas se pudo comprobar que algo fallaba. Los perseguidores apenas conseguían recortar distancias y la diferencia bajaba con dificultades de los dos minutos. Ni Arroyo ni Zandio ni Arrieta eran capaces de imponer un ritmo exigente.

En apuros.

Por delante, Wenning demarraba mientras Flecha, Comesso y Sorensen trataban sin éxito de darle alcance.Tuvo que ser un arreón del bravísimo Vinokourov el que rompiera en mil pedazos el gran grupo. En esa ocasión fue Savoldelli quien, con mucho esfuerzo, logró conducir a Armstrong hasta el kazajo. Tras ellos, Ullrich y Valverde. Pero la siguiente embestida de Vinokourov borró de la faz de la tierra a los compañeros del americano. Volvió a resistir Armstrong, pero sin el gesto imperial de otros años, sin una respuesta agresiva, como si sólo tuviera fuerzas para defenderse. Raro en él, síntoma de flaqueza. Moreau, el eterno aspirante francés, avivó el fuego, pero fue Valverde el que intentó a continuación la fuga. Deténgamonos aquí un momento. Son muchos los que consideran a este ciclista como un simple ganador de etapas, un proyecto de Jalabert, elogio que no lo es tanto cuando la conversación trata sobre sus opciones de convertirse en un gran campeón. Es como si existiera algún tipo de resistencia a creer en él, a pesar de sus buenas prestaciones en la Vuelta (3º en 2003 y 4º en 2004) y de su edad insultante, 25 años. Es como si su enorme efectividad jugara en su contra y le hiciera de menos, como si fuera imposible aceptar un ciclista tan completo. Y me temo que ese extraño complejo alcanza a su director de equipo, Eusebio Unzúe, que sigue sin otorgarle ni galones ni galeones.

Mejor, debe pensar, apostar por un Mancebo agónico que asegure un quinto puesto o por un Karpets con el maillot blanco. Sigamos. El intento de Valverde no prosperó y el impás que siguió lo aprovechó Kloden para saltar. Nadie fue tras él. Es curioso, su segundo puesto en el pasado Tour es un mérito que ha pasado inadvertido, no sólo para el gran público, sino, por lo que se ve, también para Armstrong.

Cuando la hilera de favoritos se reagrupó hasta formar un pequeño pelotón de 31 corredores (Heras, Beloki y Mayo entre ellos), sólo hubo un ciclista con carácter para seguir tirando. ¿Lo adivinan?: Alejandro Valverde. Kloden alcanzó a Wenning y ambos se lanzaron a por una victoria que pareció una quimera cuando el grupo se sitúo a sólo seis segundos, en el descenso del puerto, a unos siete kilómetros de meta. Sin embargo, por una dejación imperdonable, los compañeros de Valverde no asumieron la responsabilidad de la captura o no recibieron órdenes de ello y el dúo al comando amplió su diferencia hasta casi el medio minuto. Wenning venció gracias a la foto-finish, Kloden se reivindicó, Armstrong llegó sin equipo y Vinokourov cruzó la raya con la moral por las nubes. Valverde, claro, se impuso en el sprint que disputó el grupo perseguidor. Lo hizo hablando entre dientes, ni galones ni galeones.