Igor Astarloa y Samuel se toparon con Pozzato

Ciclismo | Milán - San Remo

Igor Astarloa y Samuel se toparon con Pozzato

Igor Astarloa y Samuel se toparon con Pozzato

Los españoles iban en la fuga con el vencedor

La Milán-San Remo es como una botella de champán que está mal sujeta en el maletero. Traquetea durante 260 km y a unos 30 de la meta salta el tapón y el pelotón se convierte en una cascada. Dos españoles estaban entre las seis burbujas más centelleantes que irrumpieron en el momento decisivo: el asturiano Samuel Sánchez y el vizcaíno Igor Astarloa. Con ellos, el luxemburgués Schleck y los italianos Pozzatto, Ballan y Nocentini. Los seis subieron como meteoros el Poggio, la colina de sólo 3,3 km, al 3,8% de pendiente media, que supone la última oportunidad para romper el sprint masivo.

Tras un complicado descenso les quedaban 2,5 km para meta, con el grupo a sólo 15 segundos. Samuel atacó a 1,5 km y Astarloa salió a por él. El asturiano le recriminaría en meta. Eso no se hace a los amigos. Samuel se fundió y saltó Astarloa, a sólo 900 metros, pero también le fallaron las fuerzas. Finalmente fue Pozzato el que aguantó los últimos 600 metros y entró con el pelotón pegado a su rueda, pero con tiempo de levantar los brazos.

Filippo Pozzato, 24 años, fue una promesa precoz. Con 18 años pasó directamente de juvenil a profesional tras quedar subcampeón del mundo junior en 1998. En su palmarés luce 25 victorias, algunas importantes, como la Tirreno-Adriático o la Clásica de Hamburgo. Pero la prensa italiana esperaba siempre más de él y ha sido un corredor bastante criticado pese a su juventud.

Casi de récord. Desde hoy quizá le miren de otra manera. Pozzatto no sólo rompió el sueño de Astarloa y Samuel, también destrozó el previsto duelo Petacchi-Bonen. El italiano entró segundo, el primero del pelotón, lo cual más que un éxito es una mayor frustración. El belga fue cuarto sin pelear, levantó los brazos al ver que ganaba su compañero Pozzatto. El espectáculo más esperado no se pudo ver porque esta vez se rodó a un tiempo casi de récord: 45,269 km/h. Solamente en 1990, cuando ganó Bugno, se cubrió más rápido: 45,806 km/h. Esta fuerte velocidad la acusaron los compañeros de Boonen y Petacchi, a los que les faltó fuelle para controlar esa última fuga.

Por una vez Valverde no estuvo inspirado y eligió la peor opción: esperar al sprint. A Freire sí se le vio. Acabó sexto. Tampoco se le pude pedir más tras su larga convalecencia. Al menos nos mostró que por fin está de vuelta.