La furia de Nadal dobla la mano del número uno

Tenis | Masters Series de Montecarlo

La furia de Nadal dobla la mano del número uno

La furia de Nadal dobla la mano del número uno

afp

Rafa Nadal defendió con éxito su título de 2005 en el Masters Series de Montecarlo, y se apuntó su tercera victoria consecutiva sobre Roger Federer, el número uno de la ATP. Nadal lleva 42 triunfos seguidos en tierra, superficie sobre la que firma, con éste, seis títulos en fila.

De repente, Federer se ha hecho viejo. Ahí está el número uno del mundo, en las imágenes de la entrega de premios de Montecarlo. Con cara neutra, sólo el Príncipe Alberto de Mónaco separa a Federer, envejecido, de un torrente cobrizo y ganador: Rafa, Rafa Nadal. A Rafa se le ve joven, vivo: ganador. Joven. Vivo. Ganador. Furia.

Federer está viejo (muerto aún no, claro), porque ve cómo Alberto estrecha manos con una arma o una profecía cargada de futuro: Nadal. Y a medida que el futuro de Nadal se carga de brillantez, el de Federer se oscurece. El arte sensato y la mano precisa de Federer chocan con la furia. Y en tierra, ante la furia y la emoción, el arte es un arma absurda, medio arco que nada sostiene.

La fe.

En perspectiva, el enfrentamiento que se agita en la cumbre del tenis mundial es algo histórico: en tenis se gana por fe, fortaleza mental, agresividad y determinación. Pero si fuera exactamente así, Nadal sería absolutamente invencible. Y no es así. ¿Por qué?

Es fácil: porque en las pistas rápidas (y más, en la hierba de Wimbledon), muñecas tan mágicas como la derecha de Federer pueden embrujar las aceleraciones de la bola. Esa mano de Federer, mano poliédrica que acelera, es bruja: podría tocar la guitarra, ajustar un Rolex o mover una muleta. Pero en la tierra ocre, esa aceleración pierde alguna décima de segundo. La bola flota algo más. Y el Ogro del Ocre, el Ogro de la tierra batida, Rafael Nadal, puede devorar esas pocas bolas decisivas que le burlan en el pasto del All England o en las pistas voladoras estadounidenses.

Y, al mismo tiempo que, en esas pistas rápidas, a las garras de Nadal se les van algunas bolas por milésimas, a la muñeca de Federer le falta emoción para escapar a las trampas de la tierra: que Nadal le multiplica por mil.

Para Federer, Nadal ya es un tormento por un número de razones que se agrupan en una: Nadal pone a Federer ante una serie de situaciones que el suizo no halla con ningún otro jugador. La pista que Federer suele ver como un campo de fútbol, Nadal se la achica hasta convertírsela en un reñidero de gallos. Una bola, altísima, cepillada, superliftada, asalta y martiriza el delicado revés a una mano de Federer. "Si es tan fácil como mirar por la ventana, ¿por qué no lo hacen los demás?", ironiza Rafa.

Encima, es hasta buen orador. Limpiando cristales de rascacielos, querría ser el mejor. Y es una tragedia para Federer, envuelto en una nebulosa, en el ruido de la furia de Nadal.

Rafa revalida en Mónaco, como ya hizo Ferrero

Varios españoles han ganado la final del torneo del Principado de Mónaco, pero sólo dos, Rafa Nadal y Juan Carlos Ferrero, han conquistado sendos títulos de forma consecutiva. Rafa acaba de hacerlo en 2005 y 2006, y Ferrero lo hizo en 2002 y 2003. Sergi Bruguera también dobló título, pero en años alternos: 1991 y 93. Moyá y Orantes también ganaron en Mónaco. El rumano Nastase atesora tres títulos consecutivos. Borg y Muster también tienen tres, pero alternos.