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Tenis | Torneo de Wimbledon

Nadal abre otra era

Wimbledon acoge la mejor final: el español contra Roger Federer

Actualizado a
<b>ESPLENDOR EN LA HIERBA. </b>Rafa Nadal ataca una bola durante la semifinal contra Baghdatis. Ahora, sólo Roger Federer le separa de su sueño: ser campeón en Wimbledon.
reuters

Era un ser especial. Inaccesible. Era Björn Borg, no Roger Federer, que es un señor de lo más clásico, como un maestro relojero de Basilea. Pero el 5 de julio de 1980, sábado, en la Pista Central de Wimbledon, Björn Rune Borg, el ser extraordinario, IceBorg, se vio sometido a un asalto furioso que generó el mejor partido de todos los tiempos en esa Central: la rebelión de Mac el Zurdo, John McEnroe. Al fin, el infinito orgullo salvó para Borg su quinto título de Wimbledon: que iba a ser el último.

Tras el memorable tie break del cuarto set (18-16 para McEnroe) y pese al 8-6 para Borg en la quinta manga, una extraña luz alumbró Wimbledon. Era el rojo fulgor del demonio que llegaba, McEnroe, eclipsando la blanca luz glacial de Borg. En 1981 repitieron finales, en Wimbledon y Nueva York: McEnroe ganó las dos y Borg, consciente del cambio de luz, desapareció en el otoño de las sombras. Y ese sí que era un rey...

Nueve de julio de 2006. La hierba de Wimbledon recibe a Rafael Nadal Parera y a Roger Federer, número uno, tenista magistral y ser humano nada rebelde. Federer se sabe en el centro de una diana. Objetivo de una Amenaza. Por mucho que quieran disfrazarlo con circunloquios o evasivas, Federer y los suyos saben que hoy reciben el peor de de los ataques que ha visto su reinado. Ayer había una tensión incómoda en cada palabra de Federer y en los gestos de su entrenador, Tony Roche, el zurdo que educó a Lendl para destronar a McEnroe. "Big match, big match", mascullaba Roche. Partido cumbre, clave, vital. El Gran Partido. Otra categoría.

Pasión.

Big Match puede dar la vuelta al tenis profesional, y eso aunque gane Federer, que tendrá que jugar muchísimo para ganar. El maestro relojero de la chaqueta color crema ya conoce lo que se le viene encima: una guerrilla de un solo hombre con el instinto ganador de McEnroe, la concentración móvil de Borg, la pasión de Connors y la juventud de un vietcong. En la pista de tenis, Nadal juega con los ojos tan abiertos como Muhammad Ali en el ring.

"Esos ojos que tomaban nota de todo", describió George Plimpton. Si eres el rival de Rafa Nadal, antes o después el mundo se divide en dos mitades exactas: él es el cazador, y tú eres su presa, como un cangrejo de roca en la costa de Manacor.

"Mi sueño era llegar a esta final, pero me gusta acabar mis sueños ganando, no perdiendo". Es Nadal en su casita de Cedar Woods, con expresión indefinible. Si Federer hubiera estado en aquella salita, habría sentido un frío metálico en las entrañas.

Y no hay más. Cuarenta años después del resplandor genial de Santana, España vuelve a la Central de Wimbledon de la mano de un ser insólito en el deporte de este país: un ganador feroz, un purasangre. Rafael Nadal. Federer está arrinconado, se ponga como se ponga. Y lo sabe. Si quiere revisar la agenda de Borg en 1980 o 1981, lo mismo le da: Roger tiene los días contados ante Rafa The Kid. Yo le iría dando la chaqueta...