Manda Sastre

Primer día, primer apunte. Los equipos tomaron la salida en una pista de atletismo y nueve muchachas entre guapas y guapísimas sujetaron los sillines. Todas ellas resultaron muy profesionales y ninguna fue arrastrada siquiera unos metros por el tartán. El asunto es de mérito, pues cualquiera que haya intentado empujar a un ciclista en un puerto (abstenerse en el llano y evitarlo en el descenso) sabrá que es más fácil convertirse en lastre que en impulso.

Segundo apunte. Cuando tomó la salida el equipo de las Islas Baleares y la Caja de Ahorros francesa (permitan la traducción, pero me atranco), el público rugió. La reacción, conmovedora, es poco frecuente, porque los aficionados al ciclismo suelen ser más fieles a los héroes que a los equipos, en esto se parecen a los japoneses. A Pereiro se le distinguía por las patillas y a Valverde por el blanco nupcial. Hago votos porque lidere pronto alguna clasificación, ya que el uniforme (especialmente el coulotte) es irritantemente sucio. Admito mi clasicismo y mis manías.

El mérito de la ovación popular corresponde a la pareja de moda, seguro, pero también, en alguna medida, cabe atribuirlo a una vieja formación que se ha visto libre de los muchos y recientes escándalos de dopaje.

El hecho de que Chente García Acosta (34 años y doce como profesional) fuera durante algunos minutos líder virtual de la carrera fue celebrado de forma unánime. Cuando llegó el CSC a meta y se confirmó el liderato de Sastre dieron sinceras ganas de adoptar al navarro, con gorra y todo.

Tercer apunte. El disgusto duró poco, porque el triunfo reconocía a otro gran ciclista y, en este caso, aspirante al triunfo final. Y siempre es interesante que algún acontecimiento termine de comprometer a los favoritos, especialmente interesante en la Vuelta, donde las excusas proliferan, la temporada es larga y el Mundial está cerca. Sastre intentará ganar la carrera, ya lo sabemos. Los demás, que vayan subiendo al estrado. Por cierto, el abulense jamás había sido líder de una carrera, lo que indica lo mal repartido que está el mundo.

Imagen.

Cuarto apunte. No le vendrán mal a Sastre ni el liderato ni el protagonismo, pues le permitirá rehabilitar su imagen, algo empañada después de aquella etapa del Tour en la que, por no colaborar con Pereiro, favoreció el liderato de Landis el impostor.

Quinta consideración. Siendo las cronos por equipos especialidades que perjudican las opciones del lobo solitario, se agradece que la distancia sea tan corta que las diferencias sirvan más para ordenar que para sentenciar.

Sexta y última. Ya en el podio, Riis levantó en vilo el ligero cuerpo de Sastre, detalle de afecto que no se le recuerda. El bullicioso ambiente favorecía. El podio de la Vuelta sigue careciendo de la solemnidad del Tour y ese es un aspecto a mejorar porque nos cuesta distinguir al campeón del que pasaba por allí y a las azafatas (tan morenas) de la alcaldesa. Hoy habrá menos concurrencia y, gracias a las bonificaciones, quizá, nuevo líder. Con todo, no hay tardes más bonitas.