Imperio Británico

Ciclismo | Tour de Francia

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Se impuso el australiano McEwen y se lució el escocés Millar

Ganó un australiano, y a falta de mejores argumentos, diremos que sirve de homenaje al fervor británico por el Tour. No en vano, aquella otra isla que se localiza según se taladra el subsuelo fue repoblada con convictos ingleses, lo que conformó, curiosamente, una nación próspera y alegre. Es difícil saber si Robbie McEwen desciende de aquellos condenados, pero vista su capacidad para librarse de las cadenas y los sabuesos resulta más que probable. Este australiano amante del hip-hop (ritmo sincopado que invita al sprint furioso) logró ayer su 12ª victoria en el Tour, y lo hizo acumulando todas las dificultades posibles: caída a 15 kilómetros de meta, reagrupamiento a falta de 3.000 metros y llegada masiva con una mano lastimada. Pese a todo, ganó. Su victoria alimenta una trayectoria de éxitos que cumple once años en diferentes equipos, el último, de nombre complementario, pues une lo incierto de los test de embarazo con lo azaroso de la lotería: Predictor Lotto. Conclusión filosófica: estamos en manos de la insistencia y de la fortuna.

Héroe. Si McEwen fue el vencedor final, el animador de la etapa fue un verdadero británico, si por ello se puede entender a quien nació en Malta, se crió Hong-Kong y luce pasaporte escocés: David Millar, todo un hijo del Imperio. Este ciclista, que en 2000 ganó el prólogo del Tour y que prometía ser mucho más que eso, regresó la pasada temporada a las carreras después de cumplir dos años de sanción por dopaje. Como en lugar de negar la evidencia, hizo gesto de verdadera y pública contricción, su trayectoria se ha convertido, desde entonces, en referente de lo que se puede hacer sin más estímulo que el amor por el ciclismo. Y no es poco. De momento, el nuevo Millar ya ha ganado una crono en la Vuelta 2006, es el actual líder de la montaña del Tour y tercero en la general.

Quizá para corresponder al público, Millar se escapó al poco de iniciarse la etapa y completó solo 50 románticos kilómetros que le permitieron sumar aplausos y bonificaciones. Después, encontró la compañía de Augé, Bichot, Kuschynski y Grivko, con los que alcanzó una ventaja de siete minutos sobre el grupo.

Sentencia. Pero aquello era una ilusión. Al paso por el pueblo de Ashford (lugar donde nació Frederick Forsyth), la novela ya carecía de intriga: serían capturados. El último en resistirse fue el francés Augé, que al menos acumuló puntos para empatar con Millar al frente de la clasificación de escaladores, si bien el maillot será para el escocés por su mejor puesto en la general.

A falta de 15 km, McEwen perdía 20 segundos con el pelotón por culpa de una caída. Cuando alcanzó el tren dio la impresión de que pagaría su esfuerzo. Pero se lo cobró. Al final de una recta donde Freire siempre pareció bien colocado hasta que dejó de estarlo, McEwen se proclamó ganador y entró en la historia de Canterbury, en cuya catedral fue asesinado Thomas Beckett (santo mártir) y en cuya maternidad nació Orlando Bloom, actor guaperas y pirata del Caribe. El paso por Inglaterra nos sugiere que el Reino Unido merece más ciclistas de primer nivel, campeones sin desgracia, candidatos al Tour. Hoy la carrera se moverá por Bélgica, que presenta el problema contrario. No opta al Tour porque dio un ciclista que agotó el campo: Eddy Merckx.