La selección española de voleibol desperdició una nueva oportunidad de clasificarse para los Juegos de Pekín al perder en una agónica final ante Serbia (2-3), en un partido que había comenzado dominando por 2-0.
En la ciudad turca de Esmirna el equipo español tuvo en su mano el pasaporte pero se confió en exceso ante un adversario curtido en finales internacionales. A un conjunto como el serbio, con un bronce (Atlanta''96) y un oro olímpicos (Sydney 2000) en su haber, dejarle la más mínima opción de resucitar supone un suicidio. Y eso fue lo que le sucedió a España.
En las dos primeras mangas, el juego español fue impecable. Concentración máxima y mínimos fallos fueron sus mejores cartas. Serbia, no obstante, plantó cara durante un primer set con ínfimas ventajas a favor de uno y otro. En la recta final, con un inspirado Moltó en bloqueo y la solvencia del opuesto Guillermo Falasca, España logró adelantarse (24-22).
Los serbios aún lograron salvar dos balones de set, pero una nueva acción del menor de los hermanos Falasca y un error de Ivan Miljkovic dieron el triunfo a España 26-24. El segundo parcial fue un paseo triunfal de los españoles que llegaron a humillar a sus adversarios (20-8). Las piezas claves del engranaje balcánico, el colocador Nikola Gbric y el opuesto Miljkovic, desaparecieron. El primero incluso tuvo que ser sustituido, y el opuesto encadenó fallo tras fallo.
Con una renta de dos sets a cero, España parecía tener cerca su objetivo. Sin embargo, cayó en la trampa que le tendió su rival y poco a poco su juego fue diluyéndose hasta quedar completamente anulado en las dos mangas siguientes (19-25 y 15-25). Los serbios, grandes maestros en salir de apuros semejantes, comenzaron a imponer su juego y, sobre todo, apostaron por un saque cada vez más duro para anular la recepción española. En el desenlace, España resurgió por momentos y mantuvo las esperanzas intactas hasta el final (14-14). Miljkovic, el terrible, acabó con las esperanzas olímpicas españolas, al menos, hasta mayo