Récord estratosférico

Pekín 2008 | Atletismo

Récord estratosférico

Récord estratosférico

afp/ap

Usain Bolt hizo 9.69 en la final olímpica de 100 metros, sin apurar

Usain Bolt, el trueno sonriente, llega desde el Caribe: Trelawny, Jamaica. Jesse Owens, el mejor atleta de todos los tiempos, nieto de esclavos emancipados, apenas rozaba el 1,80. Usain Bolt mide 1,95. Un atleta de la altura y clase de Owens solía necesitar entre 43 y 45 zancadas para recorrer los 100 metros. A Bolt le pueden bastar 41 zancadas: el juego se ha terminado y el Futuro de la velocidad está aquí, directo desde las junglas de Trelawny. Carl Lewis, el Hijo del Viento, sumó nueve medallas de oro y marcó entre sospechas a una generación de velocistas, con un físico privilegiado: pero Lewis, el Hijo del Viento, no pasa de 1,90 de altura.

El 24 de septiembre de 1988, en Seúl, Benjamín Sinclair Johnson, otro hijo de Trelawny, hijo maldito, marcó 9.79 en la histórica y tramposa victoria sobre Lewis. Johnson se recreó en el triunfo sobre su rival más odiado y levantó el dedo antes de cruzar la meta como una máscara de ferocidad.

Pero el feroz Johnson tampoco llegaba al 1,80. Hoy, semiolvidado y repudiado, malvive en Toronto, donde entrena a jóvenes velocistas junto a su viejo hechicero, Charlie Francis. Una vez, en la York University, en Toronto, en 2006, Johnson habló a un periodista español sobre Asafa Powell. Habló de pasada antes de soltar a quemarropa: "Dejemos a Asafa y hablemos de Usain Bolt. Yo veo que no tiene límites. Y además, es de mi pueblo, Trelawny".

El Viento, el Trueno, la clase azucarada de Owens y la herencia de fibras rojas que también se conjuga en Ben Johnson, todo eso habita en Bolt, que lo reparte en una bendición de cuerpo de 195 centímetros de altura. Sin ferocidad. Con suavidad caribeña que le hace conectar fibras para ejecutar en 24 horas tres carreras a 9.82 de media: 9.95 en cuartos de final, 9.82 en semifinales, donde se despidió Tyson Gay y 9.69 en una final que sólo merece un adjetivo: asombrosa.Pekín marcará una época en el atletismo.

A Gay, la gran esperanza estadounidense ante el poder caribeño, seis finalistas sobre ocho, se le disculpa porque no había competido desde su lesión muscular del 5 de julio. Para Asafa Powell, la presunta redención de sus fallos en los Juegos de Atenas y en el Mundial de Osaka degeneró en la peor de las humillaciones. Powell, quinto (9.95), dejará Pekín con una inolvidable etiqueta de perdedor que ya no le quitará ni el casi inevitable oro del 4x100 de Jamaica. El bronce fue para el estadounidense Dix (9.91). La plata se fue a Trinidad y Tobago con Richard Thompson (9.89). Y, ¿dónde estaba Bolt? En otro mundo: otra dimensión.

El hombre más veloz del mundo y puede que el ser humano más coordinado de los que han pisado una pista de atletismo, reaccionó al tiro en 165 milésimas. Sólo Churandy Martina arrancó más tarde. Antes de 20 metros, Bolt había dado caza al grupo. Al paso por los 40 metros, Usain lanzó un cambio de ritmo y de planeta. De repente, los otros siete finalistas olímpicos parecieron clavar los pies en cemento húmedo, mientras el trueno de Trelawny lanzaba relámpagos de charol: ante más de 90.000 espectadores: asombrados en la noche más asombrosa...

Felicidad.

Entre 50 y 60 metros, Bolt liquidó la carrera y el sensible Powell se dejó vencer por el agarrotamiento. A falta de 40, Bolt empezó a estallar de felicidad, como cuando juega al fútbol en la hierba de la William Knibb High School, en Kingston: y empezó a gustarse, y a danzar un reggae: en plena final olímpica. Cruzó la meta en paso lateral, y en un récord del mundo brutal, 9.69, pero siguió volando, de regreso del Futuro, y en busca de su entrenador, Glenn Mills. El hijo de Trelawny y del trueno pudo haber hecho 9.50. En 200 acechará los 19.32 de Michael Johnson. Y persigue el oro en 4x100. El juego ha terminado y el Futuro ya está aquí: se llama Usain Bolt.