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Golf | El adiós a un mito

Hasta siempre, Seve

Multitudinaria y emotiva despedida al campeón cántabro en Pedreña.

Actualizado a
<b>SUS HIJOS. </b>Los hijos de Seve encabezaron la comitiva. Javier portó las cenizas, Carmen una rama de 'su' magnolio mientras Miguel les acompañaba camino de la iglesia.

Muchas e inolvidables son las ovaciones que Severiano Ballesteros recopiló a lo largo de su triunfal carrera deportiva. Pero ninguna tan emocionante como la última, la que su Pedreña natal le dedicó ayer a modo de despedida. El momento fue sobrecogedor. Por espontáneo y caluroso. La urna con sus cenizas llegaba a las puertas de la iglesia de San Pedro en manos de su hijo Javier, con una gaita escocesa abriendo el camino y con todo un pueblo paralizado arropando a una familia rota. Ése fue el inicio de un funeral a la altura de su grandeza, en el que un millar de amigos quisieron dar el último adiós a un maestro del golf al que se le fue la vida con 54 años, víctima del desgaste de haberse enfrentado a dos tumores cerebrales y a cuatro operaciones.

El sentimiento de tristeza fue el denominador común entre todos los presentes. El secretario de Estado para el Deporte, Albert Soler, el presidente del COE, Alejandro Blanco, y el de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, fueron algunos de los asistentes. Seve también estuvo arropado por viejos amigos como Michael Robinson, Olga Viza o Matías Prats. Miguel Ángel Jiménez y Chema Olazábal capitaneaban el gremio de golfistas. Acudió Butragueño en representación del Madrid y Munitis por el Racing. Y no faltaron colegas venidos del extranjero. Sobre todo del Reino Unido, su segunda patria. El resto de sus fans lo siguieron por televisión.

Dentro de la iglesia, uno de los hijos de Seve, Miguel, leyó como portavoz de sus hermanos unas líneas repletas de entereza: "Papá, como ves, Javier, Carmen y yo estamos fuertes, como nos pediste. Estamos orgullos de todo lo que hiciste por nosotros. Nunca te olvidaremos". Su sobrino, Iván, alabó su figura: "Él cambió un deporte, fue un ejemplo. Su capacidad de superación fue incalculable. De sus éxitos podríamos estar hablando años, de su personalidad siglos".

Tras finalizar la homilía, los que fueron compañeros y rivales de Seve en el green, los remeros de Pedreña y los niños de su Fundación custodiaron los restos mortales del cántabro hasta su casa, en el Barrio de El Cristo, como ya habían hecho en el camino de ida. Allí, junto a su magnolio preferido, ya descansa Seve. Mirando de frente a la bahía, su tesoro, y no perdiendo de vista el campo de golf donde creció, triunfó y vivirá siempre.