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Los fracasos más sonados del draft (V): Charles Rogers

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En cuanto llega la época del draft de la NFL nos toca evaluar, de oídas, las señales rojas que algunos jugadores mandan. El proceso está tan refinado, a día de hoy, que los ojeadores poco menos que tienen entrevistas con policías y hosteleros de la zona en la que han jugado sus chavales-objetivo para saber cuanto hay de verdad y cuanto de hipérbole en las andanzas de los más problemáticos. Pero en el año 2003 un general manager decidió que ninguna señal negativa le haría cambiar de opinión con respecto a un jugador que lo tenía todo para ser una megaestrella. En ese 2003 Matt Millen, al frente de los Detroit Lions, tomó la, probablemente, peor de su larga lista de malas decisiones en el cargo: eligió a Charles Rogers con el número dos del draft.

Porque el talento del muchacho era algo imponente. Jugó para la Universidad de Michigan State entre los años 2000 y 2002 y batió todo tipo de records, entre ellos el de Randy Moss de 13 partidos consecutivos anotando un touchdown. Durante este periplo se le consideró el heredero directo de Moss como el receptor perfecto y consiguió el premio Fred Biletnikoff al mejor WR de la temporada colegial en la 2002 además de ser considerado, por unanimidad, como un un All-American, el mejor en su puesto en la competición. Cuando llegó la hora de medirle en el proceso previo al draft se descolgó con un tiempo en la prueba de las 40 yardas que aún a día de hoy impresiona: 4:28.

Pero Millen "se hizo el tonto" con todo lo demás que se sabía de Rogers. Ya en el instituto había sido padre de dos hijos y había sido objeto de un intento de apuñalamiento por parte de su novia. Había dado positivo en consumo de marihuana dos veces y era vox populi que no había dejado de tomar drogas nunca en la universidad. Once días antes del draft, tan sólo once días antes, demostró su ausencia de autocontrol cuando firmó otro positivo en un control antidrogas, en este caso por un producto enmascarante de sustancias. Nada de eso echó para atrás al general manager de infausto recuerdo en Detroit.

Charles Rogers en el campo de entrenamiento de los Lions en 2015.
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Charles Rogers en el campo de entrenamiento de los Lions en 2015.Gregory ShamusGetty Images

El debut en la NFL de Rogers fue el soñado por la afición que quería ver a un nuevo Randy Moss. Dos touchdowns, record para un rookie en los Lions, y una exhibición de poderío físico. Pagaría por ver las discusiones de grandeza de la afición aquellas semanas, la sensación de toda la ciudad de haber encontrado oro, de haber firmado el futuro de una franquicia históricamente perdedora. Pero cinco semanas después, en un entrenamiento, y en un choque contra su compañero Dre Bly, Rogers se rompió la clavícula y se perdió el resto de la temporada.

Es imposible saber estas cosas, pero se puede aventurar que el giro final en la vida de Carlos Rogers tuvo lugar en el primer partido de la temporada 2004. Según las crónicas de la época, el jugador se había esforzado en la recuperación, había llegado en buena forma a los campos de entrenamiento y tenía ganas de retomar su carrera con fuerza. Da vértigo pensarlo desde hoy, desde la perspectiva que aporta el saber lo que pasó: en la tercera jugada del partido inaugural, contra los Chicago Bears, Rogers volvió a romperse la clavícula y dijo adiós a toda la temporada.

Devastador. Para alguien con los problemas de estabilidad emocional antes mencionados esto pudo ser la puntilla absoluta. Por si fuera poco, y en una demostración de su total desconocimiento de la psicología humana, Matt Millen le dejó recuperarse a su ritmo, sin necesidad de tener contacto con el equipo en todo el año. Ninguna obligación, ni física ni de estudio del juego, en un tipo de personalidad adictiva, propenso a la depresión y en un contexto de haber recibido un mazazo insoportable tras un periodo de máximo esfuerzo por recuperarse.

Los resultados son los que todos podéis suponer.

A la temporada 2005 Rogers llegó corriendo las 40 yardas en 4:80 segundos. Fue suspendido cuatro partidos por abuso de sustancias. No cogió un sólo pase de touchdown por tres partidos consecutivos. Apenas sumó 197 yardas en toda la temporada.

El año siguiente fue cortado.

Es un ejercicio sencillo, y muy triste, comparar como llegó a la temporada 2004 y a la 2005, como le afectó emocionalmente una y otra situación, la forma en la que se hundió como persona al ser abandonado a su suerte.

Su vida no ha ido a mejor tras sus exiguos tres años en la NFL. Fue arrestado por agresiones a su novia en el 2008, dio positivo por uso de Vicodín a finales de ese mismo año, estuvo en la cárcel en el 2009 por recaer en el alcohol y conducir bajo los efectos de sustancias, volvió a la cárcel en 2010 por el mismo motivo, amenazó a su madre de muerte en 2013 en una disputa por 100.000 dolares. Incluso un juzgado le condenó a devolver 6,1 millones de dolares de su firma de contrato, de un total de 9,1 millones, a los Detroit Lions por una clausula que le pusieron para tratar de controlar sus adicciones demostrando, una vez más, que sin ayuda no hay ser humano problemático al que el dinero salve de sus demonios interiores.

En una entrevista concedida a la ESPN en el año 2009 Carlos Rogers aseguró: "La jodí. Simple y llanamente, la jodí". Es una lástima que el reconocimiento de esta evidencia no le haya ayudado a salir del abismo en que se metió y que convirtió al "futuro Randy Moss" en uno de los mayores fracasos de la historia del draft de la NFL.