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ENTREVISTA A GUILLERMO JIMÉNEZ

“Por el caso Gurpegui me amenazaron de muerte”

Guillermo Jiménez afrontó dos casos duros de dopaje: las denuncias de Jesús Manzano y el positivo de Gurpegui. Ahora preside MAPOMA y AboveSport... Y hace memoria.

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“Por el caso Gurpegui me amenazaron de muerte”

—¿Ser honesto, hablar con Jesús Manzano y abrir una investigación lastró su vida política y profesional posterior?

—Sí. Creí a Manzano. Era mi obligación moral luchar contra el dopaje, pero tiene muchos tentáculos.

—Todo lo que contaba se ha demostrado que era cierto.

—Los que estábamos alrededor sabíamos que decía la verdad, porque, colateralmente pero no públicamente, había mucha gente que nos lo confirmaba.

—¿Quedó safisfecho con la resolución de la Operación Puerto, que arrancó con Manzano?

—Se quedó coja. Jaime Lissa­vetzky puso toda la carne en el asador, quiso llegar al fondo y me siento solidario con él. Le pasó un poco lo que a mí. Comienzas una acción, ves un final claro pero te van poniendo piedras en el camino. Algo pasa.

—¿Y quién pone esas piedras?

—Hay poderes económicos muy fuertes. Y la opinión pública española tiene un punto de quijotismo cuando se trata de nuestra gente. Pensamos que los de fuera sí y los de dentro no.

—Le quitó la potestad de los controles al fútbol, a la Federación. ¿Por qué?

—Ser arte y parte no era lógico. Creía que les hacía un favor. Lo hicimos con sorteos ante notario. Encontramos que, no por mala intención sino por costumbre, los equipos sabían qué médicos hacían los controles porque incluso estaban en sus clínicas.

—¿Qué le parece el desarrollo posterior que tuvo el caso de Carlos Gurpegui?

—Todo el mundo tiene derecho al olvido, pero también mi familia. En aquella época recibimos amenazas de muerte, hubo pintadas cerca de mi casa, algún periódico me tildó de enemigo del pueblo vasco… Y sigo pensando lo mismo. Supongo que le habrán hecho más controles. Si era una producción endógena (del propio cuerpo de Gurpegui) de norandrosterona, habrá seguido saliendo. Si no ha sido así, a quien hay que reclamar es a la gente que había entonces en su entorno...

—Detrás de él aparecía un médico, Sabino Padilla. ¿Cree que fue él el verdadero culpable?

—Por lo que hablamos con el Athletic, se desprende que al chaval le cayó encima. El entorno era complicado. No sé hasta qué punto sabían lo que había.

—¿Se dio cuenta entonces del poder del fútbol?

—Noté mucho más el poder del ciclismo. El fútbol fue más respetuoso. El ciclismo me apartó de la política. Me dijeron ‘no vas a volver’ y no volví. Me asqueó el pase de recados.

—¿Y algún deportista dopado colaboró?

—Hubo amagos. No diré el nombre, pero hubo uno que en mi despacho me dijo que iba a delatar a todos. Pero me pidió un día para contárselo a sus padres. Fui ingenuo. Al día siguiente tenía una manifestación de deportistas de la Blume contra la persecución a un compañero.

—Le digo yo el nombre, Alberto García.

—(Se ríe). Así de duro fue el tema. Luego alguno se ha arrepentido.

—En su etapa en el CSD ganó medalla Juanito Muehlegg y luego vino el positivazo. Vaya chasco…

—Le nacionalizaron los gestores anteriores, aunque José María Odriozola, maliciosamente, dejó caer que era nuestro. Quiero reivindicar al equipo del CSD de 2000 a 2004. A Juan Antonio Gómez Angulo se le ha tratado injustamente como secretario de Estado. Fue víctima de la percepción que ya había de él de hombre de la cultura y del toro. Llegamos dos meses antes de los Juegos de Sydney y los resultados (11 medallas) nos los tuvimos que comer. Provenían de un gobierno del mismo signo (PP). Nos fuimos poco antes de Atenas, y fueron los segundos mejores resultados de la historia (20).

—Pero, perdone, Gómez-Angulo le dejó con el trasero al aire con el caso Manzano.

—Bueno, fue un momento extraño, ya estábamos en funciones. Se suponía que las elecciones las ganaba el PP y nos habían confirmado en los cargos. Pasó el atentado de Atocha y en tres días estábamos fuera. Nos descolocó a todos un poco.

—¿Hay ahora mucha manga ancha con las nacionalizaciones?

—No me gustan. Deben ser de segunda generación. Hijos de los inmigrantes. No gente que sólo se pone la camiseta de España para competir y la beca.

—También fue director de Deportes del ayuntamiento de Madrid. ¿Cómo fue esa época?

—Fantástica. Fue el embrión del suelo olímpico. Después fue un gran error que se cargaran el Instituto Madrileño del Deporte (IMD). Catastrófico. Ahora, el nuevo consistorio tiene la suerte de contar con dos personas que saben mucho del deporte: Javier Odriozola e Inés Sabanés. Si se equivocan, no será por desconocimiento.