NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Pádel

Lima: "Tengo el privilegio de jugar al lado del mejor"

"En este deporte los argentinos aparecen por todos los sitios, y al final, y aunque sea brasileño, tengo que adaptarme a ellos", ironiza Pablo

MadridActualizado a
Pablo Lima
CHEMA DIAZDIARIO AS

Pablo Lima cumplirá este año 30 años, de los que lleva casi doce en España. Nació en Porto Alegre, y se decidió por el pádel por influencia paterna ("mi papá jugaba, yo le acompañaba, y me gustó"). En su primera etapa en España vivió en Boadilla del Monte (Madrid) y se entrenaba en Torrelodones. Pero desde hace dos años se ha trasladado a Barcelona, para jugar al lado de Fernando Belasteguín.

-Primero con Juani Mieres, y ahora con Belasteguín. ¿Qué hace un brasileño confraternizando con argentinos?

-Es que en el pádel los argentinos salen por todas partes, lo ocupan todo, jugadores, preparadores físicos, técnicos. O te asocias a ellos o estás perdido. Pero yo he tenido la suerte de que me haya elegido como compañero en el mejor jugador del mundo, y es un privilegio jugar al lado de Bela, porque ganamos y por lo que aprendo a su lado.

-¿Y esa rivalidad?

-Los argentinos son buena gente, y la rivalidad es en el fútbol. Bela me respeta porque somos pentacampeones del mundo. Ahora bien, ellos son más competitivos que nosotros, tienen un gen especial para el deporte. Vas a jugar contra un argentino, que le ves llegar medio cojo, vendado, y te dice que te va a ganar, y no sólo eso, encara el partido pensando que te va a ganar. Nosotros, los brasileños, somos un poco más relajados.

-¿Pero hay jugadores de pádel en su país?

-Muy pocos, porque es un deporte caro, aunque yo tuve la suerte de que sin ser de una familia pudiente pude jugar gracias a mi padre. Cuando chico y decía a lo que jugaba, nadie sabía a qué. Por eso, cuando acabé la escuela, decidí venir a probarme un año a España y luego regresar, pero ya son doce años aquí. ¡Como pasa el tiempo!

-Hace dos años era la pareja números dos con Mieres. Ahora, la número uno con Belasteguín. Eso sí, tuvo que pagar el peaje de irse a vivir al Barcelona.

-No, que va. Fernando no me pidió nada, pero yo pensé que lo mejor era trasladarme yo. Él tiene tres hijos, su mujer es catalana y está afincado allí. No me pidió nada, pero yo entendí que era lo mejor para que la pareja funcione. Belasteguín es un tipo comprometido tanto en los entrenamientos como en los partidos, y cuando te encuentras a alguien así, es de agradecer.

-¿Qué se siente siendo el número uno?

-No es diferente a lo que sentía siendo el número dos. No me fijo en eso, y además cualquiera nos puede ganar. Esa es la mejor manera de estar preparado, pensado que los rivales tienen sus opciones, que además es verdad, porque hay muy buenas parejas. Lo que espero es que cuando me retire esté satisfecho conmigo mismo, que no diga si me hubiese cuidado más, si hubiese hecho esto o lo otro. Y con eso me vale.

-¿Pudo haber formado pareja con Juan Martín cuando rompió él con Bela?

-Imposible. Los dos ocupamos la misma posición en la pista. Como zurdo, juego a la derecha, y los dos lo hacemos en la misma parte. Y a estas alturas es casi imposible cambiar la manera de jugar.

-Decía su compañero que esta temporada empezaban con dudas por su  rotura de radio, pero el inicio ha sido triunfal: ganaron la primera prueba del circuito WPT en Gijón.

-Lo mejor es que tras la rotura del radio (seis tornillo y una placa) en la última prueba del año pasado , en Gijón no tenía miedo, me sentí bien, sin ansiedad de los temores por jugar. Eso en lo mejor cuando sales de una lesión. Que ganásemos, estuvo bien, pero no fue fácil, porque los partidos fueron todos de más de una hora; no hay que fiarse del resultado, que es engañoso.

-Ahora, Valencia. También son los favoritos.

-Nosotros vamos con la humildad de saber que es una competición en la que nos vamos a encontrar con muchas parejas complicadas, que tienen calidad para ganarnos. Eso sí, también salimos nosotros con el deseo y la ilusión de esforzarnos para ganar.