Del nazismo de Berlín a la apertura de China

Del nazismo de Berlín a la apertura de China

Berlín 1936 fue una explosión de nazismo, sólo atenuada por los éxitos de negros auxiliares americanos, que es como el Tercer Reich se empeñó en llamar a atletas como Jesse Owens. Brazos en alto, himnos marciales, exhaltación de la raza aria... prolegómenos de guerra. Una guerra que paró los Juegos y dejó en el campo de batalla a millones de personas, entre ellas no pocos atletas. En 1948, silenciados los tambores de guerra, se excluyó de los Juegos a alemanes y japoneses, los perdedores. Una vergüenza. Luego vino la reconciliación de Helsinki, donde compitió el mundo entero, cerradas ya medianamente las heridas. Pero en 1968, de nuevo, a punto estuvieron de ser suspendidos los Juegos por la matanza de estudiantes de la Plaza de Tlatelolco. Y en Múnich otra matanza, esta de judios, asestó un golpe feroz al ideal olímpico. Y luego vivieron los boicoteos de Moscú y Los Ángeles, la nueva pacificación de Barcelona y ahora, dentro de poco, el regreso a los orígenes, a la idea de Tregua Olímpica, a grecia. Y más tarde, China. El país más colosal del mundo abre sus puertas al exterior. Lo hizo Japón en 1964, y cambio. Lo hizo Corea en 1988, y se democratizó. El COI quiere que suceda lo mismo con el gigante amarillo.