El motín y el destierro

El motín y el destierro

Lo peor de la revuelta popular de La Romareda es que se veía venir, el estallido de punto y final a una rabia contenida y apenas disimulada en las últimas jornadas por si se producía el milagro de los panes y los peces, la resurrección de un equipo futbolísticamente todo el año en Babia, virtualmente muerto. La fractura social es total entre una hinchada difícil (sálvense todos los que puedan), los gestores del club y desde luego unos jugadores que están despachando una campaña ruinosa, de cero patatero.

Camino del aislamiento térmico en Valencia, camino de Segunda si no hay milagro en Villarreal, la frustración ha ganado todo el año. Para una vez que se ficha, los fichajes no funcionan; se pensó que una vez rematado Rojo después de tanto ¡Chechu vete ya! la reacción sería imparable de la mano del mago Costa, al que tampoco le funcionaron sus habituales trucos de magia zaragocista; llegó Marcos y recogió un equipo roto; se han vivido escenas tan contradictorias como que se silbe un penalti a favor y en casa que podría haber sido una tabla de reconciliación, y menos mal que Acuña lo marcó e hizo el 3-2 (ese día fue... ante el Villarreal en la primera vuelta, hombre, un milagro). La afición ha dado el callo al final, cuando le ha visto las orejas al lobo, pero todo ha tenido muy mala pinta desde el principio. El motín provocó un encierro y el encierro da paso a un destierro.