Otro partido más, otra semana más sin ganar justo cuando el rival era el más propicio para lo contrario, otra jugadita más donde la defensa comete errores de aficionado, otra muestra más de la inapetencia de este Betis, otra ocasión tirada por la borda cuando los rivales parecen empeñados en seguir dejándole al club de La Palmera una última oportunidad con la que arreglar la temporada, otra entrega más de indolencia, otra....

Al beticismo se le está vendiendo humo desde hace años. Lo del estadio más moderno del mundo, la mejor ciudad deportiva de España, el mejor Betis de la historia, las recentísimas instalaciones directivas —"mejores que las del Manchester"— empiezan ya a sonar a cuento chino.

Si el Real Betis Balompié goza de tamañas ventajas, es difícil comprender por qué no se obtienen logros de relevancia. ¿Quién falla cuando los medios, a la vista de lo expuesto, son brillantes? ¿Para qué sirve ser el mejor Betis de la historia, entrenarse en la mejor ciudad deportiva de España, el estadio más vanguardista, las oficinas lujosas, los mejores médicos, abogados y fisios, si se vende que la felicidad es alcanzar la permanencia?.¿Hacia dónde vamos, de dónde venimos, quiénes somos? Eternas preguntas.