Un problema extendido

Yo digo | ALBERTO CERRUTI

Un problema extendido

El fútbol es mi profesión, y el ciclismo, mi gran pasión. Soy un buen aficionado a la bicicleta. Cada día, siempre que el Milán, la azzurra y el tiempo me lo permiten, recorro entre 25 y 30 kilómetros. En bicicleta... Y sólo bebo agua sin gas. El problema del doping, según mi pequeña experiencia, supera el ámbito profesional y hace tiempo que se ha instalado en el mundo amateur. En la carretera, durante mis paseos por los alrededores de Milán, acostumbro a encontrarme con otros ciclistas. Discuten sobre cuál es el fármaco más idóneo para rendir más y mejor en la carrera del próximo domingo, esa que se celebra en su pueblo. El problema en Italia es que se habla de doping casi con la misma naturalidad con la que se discute el sabor de un helado. No sólo se toman los fármacos para ganar el scudetto, sino para vencer en un simple partido de solteros contra casados.

Y por ser esto de esta manera y no de otra, se hacen hasta algunas bromas pesadas. Esta noche, en el estadio de San Siro, se juega un clásico: Inter de Milán-Juventus de Turín. Al término del encuentro, los tifossi del equipo perdedor, si no termina en un empate, se preguntarán los unos a los otros asombrados: ¿Qué habrán tomado éstos para habernos ganado hoy? Y de esta manera se acaban consolando los perdedores.