Ayer fue el principio del fin de una parte importante de la historia del Real Oviedo. El corazón de los ovetenses se estremeció con el inicio de la demolición del viejo estadio Carlos Tartiere, donde el equipo carbayón consiguió sus mayores logros y vivió sus días más felices. En su lugar, se levantará el nuevo Palacio de Congresos de la capital del Principado, dos torres y un hotel, en un suelo valorado en unos siete millones de euros.
Construido en 1930 a partir de un innovador diseño del ingeniero Sánchez del Río y bajo la presidencia de Carlos Tartiere, el entonces llamado Campo de Buenavista fue inaugurado el 24 de abril de 1932 con un partido internacional entre España y Yugoslavia. El estadio, levantado con hormigón armado, contaba con la novedad de que la cubierta de la Tribuna Principal estaba sujeta de manera que ninguna columna restase visión a los quince mil espectadores que podía albergar.
Durante la Guerra Civil el campo se convirtió en escenario de la contienda y quedó destrozado, teniendo que ser reconstruido para que el Oviedo pudiera retomar la competición en 1940. En 1958, fue vendido al Ayuntamiento, y un año después, el 17 de junio, se acordó darle el nombre de Stadium Carlos Tartiere, en memoria del que había sido máximo dirigente de la entidad entre 1926 y 1950. En 1969 se estrenó la iluminación artificial con un choque de lujo entre el Oviedo y el Real Madrid.
Se acometió una nueva remodelación en 1980, ya que el Tartiere había sido designado subsede para el Mundial 82. A partir de entonces llegaron los mayores logros del Oviedo: la Copa de la Liga del 85; el último ascenso a Primera en el 89; y el gran momento de la historia del club, la disputa de la UEFA en 1992. El equipo azul jugó su último choque en el viejo estadio ante la Real Sociedad en Liga en 2000.
