Una Copa de Oporto

Liga de Campeones | Mónaco 0 - Oporto 3

Una Copa de Oporto

Una Copa de Oporto

JESÚS AGUILERA, A. APARICIO, CARLOS MARTÍNEZ Y CHEMA DÍAZ

Mourinho logra la Champions casi sin proponérselo. El Mónaco no existió. Morientes fue una sombra

De no haber sido porque la del pasado año entre el Milán y la Juventus está todavía demasiado cercana en el recuerdo, bien podría afi rmarse que la final de ayer ha sido la más horrenda en la larga y brillante historia de la Copa de Europa. Ganó con increíble holgura el Oporto, que consigue de esta manera su segundo título en la máxima competición continental e iguala con ello el vetusto registro de su eterno rival, el Benfi ca. El Mónaco de Fernando Morientes no existió y dio la razón a quienes sostenían que su presencia en Gelsenkirchen era lo más parecido a un milagro. Visto lo visto, es de suponer que algún alto cargo del Real Madrid se mesaría anoche los cabellos ante la inmensa ocasión desaprovechada de conquistar la Décima.

La primera parte se había evaporado sin que sucediera nada digno de reseñarse, salvo las grandes precauciones adoptadas por Deschamps y Mourinho, y los no menos grandes bostezos que se observavan en la grada. Sólo a los tres minutos Giuly había creado algo parecido a una situación de peligro, cuando arrancó desde la línea de medios y se fue como una flecha hacia el área portista. Pero Vitor Baia estuvo atento y consiguió despejar, fuera de sus dominios, el balón con el pie.

Fue casi lo único que le dio tiempo a hacer al capitán monegasco, que apenas cumplido el minuto 20 estiró demasiado la pierna, se lastimó el aductor y tuvo que ser sustituido por Prso. El panorama no cambió en exceso, pues el croata ocupo el lugar más adelantado de la delantera, que Deschamps le había concedido al citado Giuly, y Morientes continuó de segunda punta, sin entrar apenas en contacto con la pelota.

El Oporto hacía su fútbol, sin una sola concesión al espectáculo, esperando siempre el fallo del rival. Y el fallo se produjo en el minuto 39, cuando Paulo Ferreira subió por enésima vez su banda. Su centro no fue bien controlado por Carlos Alberto, pero Rodriguez y Zikos se hicieron un lío al intentar despejar y le dejaron en bandeja al brasileño la ocasión de marcar. No la desaprovechó. La final parecía sentenciada, porque el Oporto se halla más cómodo cuando solamente ha de preocuparse de que el rival no juegue y el Mónaco en ningún momento daba sensación de poder superar a la poderosa línea defensiva del cuadro luso.

En el descanso, Deschamps alteró su dibujo táctico: metió a Zikos de central (aunque, a los efectos, ya había sido el tercer central durante el primer periodo), pasó a Givet al lateral izquierdo, adelantó la posición de Evra y dejó a Rothen de organizador. La fórmula dio nulos resultados, porque Rothen tenía querencia a su ubicación natural y porque Evra se topaba con el propio Rothen cada vez que se proyectaba en ataque.

Alenitchev, bien. Justo a la hora de partido, Mourinho decidió hacer honor a su fama de precavido: retiró a Carlos Alberto, en lo que algunos interpretaron como un castigo por haber tenido la osadía de marcar un gol, y metió a Alenitchev, un centrocampista, para controlar aún más el juego. Pero la sustitución le dio magníficos resultados, porque Alenitchev sirvió en bandeja el segundo gol a Deco (los monegascos protestaron tan insistente como infructuosamente que la acción había nacido en una falta de Costinha) y marcó el tercero cuando el Mónaco era un auténtico guiñapo y había tirado la toalla en un patético ejemplo de impotencia.

Mourinho podrá pasar a la pequeña historia del fútbol por muchas cosas: por haber hecho del Oporto un equipo imbatible en Portugal, por haberle dado cinco títulos en dos temporadas (entre ellos, una Copa de la UEFA y esta Champions), por haber convertido al Benfica en un recuerdo en blanco y negro, por haber firmado (si se confi rma fi nalmente) un contrato monstruoso con el Chelsea... pero seguro que no pasará nunca porque sus equipos (al menos, el Oporto) hayan hecho un fútbol espectacular. Deschamps también tiene un hueco en esa pequeña historia: condujo al equipo más timorato e incompetente que jamás disputó una fi nal de la Copa de Europa.

El Valencia, rival en la Supercopa

El Oporto será rival del Valencia, campeón de la Copa de la UEFA, en la Supercopa europea del 27 de agosto en Montecarlo. Morientes, pese a no marcar, acabó como máximo goleador del torneo con 9 goles. Y en los 49 años de competición continental, sólo un equipo fue capaz de ganar UEFA y Copa de Europa en campañas sucesivas: el Liverpool, campeón en 1976 y en 1977. El Oporto iguala este registro tras la UEFA de 2003 ante el Celtic y la Champions de ayer.