La selección española restituyó en parte el orgullo herido en el pasado Mundial de Croacia con un meritorio empate (23-23) ante Francia, en un choque en el que tan sólo una inoportuna exclusión final de Carlos Prieto privó a España de un previsible triunfo.
El conjunto nacional, tras el batacazo sufrido en Croacia, no está para amistosos, y menos cuando enfrente está la todopoderosa Francia, el mejor equipo del mundo, el vigente campeón olímpico y universal.
Por ello, ni Valero Rivera ni sus pupilos, pese al ambiente festivo que se vivió en el Palacio de los Deportes, concedieron ni el más mínimo gesto de cara a la galería. Jugaron los mejores y la defensa tuvo prioridad superlativa.
Una defensa seria, dura, expeditiva, especialmente en el centro del 6-0, donde Carlos Prieto y Viran Morros mostraron un poder intimidatorio, que obligó a Nikola Karabatic a abandonar por momentos la posición de central para refugiarse en el lateral izquierdo en busca de un camino más sencillo hacia el gol.
Trabajo perfectamente secundado por el serbo-español Arpad Sterbik, que sin necesidad de ninguna exhibición, demostró con alguna pincelada que otra, su condición de uno de los mejores porteros del mundo.
Así con la defensa trabajando a pleno rendimiento, la selección pudo correr, sin duda, uno de los terrenos donde más a gusto se muestran los pupilos de Valero Rivera, que se mostraron más toscos en el ataque estático.
Y eso que España apostó de inicio por la presencia de tres diestros en la primera línea, con Iker Romero de lateral derecho y Chema Rodríguez como director de orquesta.
Una formación que, más a base de juego individual, con un inspirado Alberto Entrerríos, que con acciones colectivas, ya que el balón apenas llegó a los extremos o el pivote, sirvió para que España adquiera un renta de dos tres goles (13-10).
Renta que tan sólo las exclusiones -dos de España por ninguna de Francia- permitieron a los franceses reducir a la mínima (13-12) al llegar al descanso.
Tiempo de asueto que sirvió para que la selección nacional se reafirmará en sus planteamientos, y aumentase un punto más la intensidad defensiva con la presencia de Joan Cañellas en el lateral derecho del 6-0.
Un cambio que permitió al equipo español dispararse nuevamente hasta los tres goles (16-13), que pudieron ser más de no haber caído más de lo recomendable en la precipitación.
Prisas que permitieron a Francia engancharse de nuevo en el marcador, y eso, que Sterbik, ya había dado muestras de su extenso catálogo de paradas, con varias manos imposibles, que retrasaron unos minutos que otros la igualada (18-18) en el tanteador.
De este modo se llegó a un final de partido igualado, como quería Valero Rivera, unos minutos para demostrar dónde se encuentra realmente el equipo español. Y España demostró que no se encuentra tan lejos del coloso galo.
Con Sterbik de nuevo como abanderado, la selección tomó otra vez las riendas del marcador (22-20), diferencia que tan sólo una inoportuna exclusión final de Carlos Prieto permitió a Francia enjugar, para lograr un empate (23-23), que restituye en parte el orgullo herido del equipo español.